La balanza 2021

Diciembre es el único mes que tiene el superpoder de redimir el pasado y el presente; es el corte de caja, celebración, excusa y justificación, también la promesa y el propósito. Este mes es el coche que se aleja de la zona del caos y permite ver por el retrovisor, cada vez más pequeñito, todo aquello que dañó o perturbó, y luego, en un empujón de libertad, se abandona al año viejo y se abraza la incertidumbre del porvenir.

Como pueblo, nos distingue nuestro espíritu festero, apasionado y explosivo, pero indulgente, aprendimos a encontrar dulzura en la desgracia, esperanza en el vacío de las palabras y refugio en la ciega veneración; para nosotros, diciembre es pecado y redención.

El 2021 no ha sido cualquier cosa, ha resultado ser un segundo episodio de esta pandemia mortal y mundial, de rebuscados y nada alentadores resultados, que no ha dejado rubro o institución sin sacudir.

Pero en este país de tan arraigados contrastes, ni el presidente “adalid de los pobres” o la pandemia, han logrado inclinar la balanza de los privilegios al lado de los desfavorecidos.

Lo que sí se inclinó fue la balanza de la riqueza, 3.8 millones de mexicanos pasaron a la pobreza, el año pasado sumaron 55.7 millones de mexicanos pobres, es decir el 43.9 % del total de la población, de acuerdo al informe de Estimaciones de Pobreza Multidimensional 2020 del Coneval.

Pero no fue el único grupo que creció, los mexicanos en situación de pobreza extrema pasaron de ser 8.7 millones a 10.8 millones, en otras palabras 2.1 millones de mexicanos que eran pobres, ahora son muy pobres.

Pero no a todos les fue tan mal en el país del presidente más querido del mundo, 5 millonarios mexicanos vieron crecer su fortuna en el año de la desgracia mundial del covid-19 y, efectivamente, se trata de aquellos empresarios que algún día fueron clasificados por Andrés Manuel como “la mafia del Poder”, y que hoy, con toda tranquilidad, se reúnen, negocian o acuerdan con el presidente.

Este vistazo a la balanza de la riqueza deja claro que las celebraciones y caprichos de fin de año serán tan variados como el mismo México, de norte a sur, del resort al albergue o del jacal al palacio; pero, ¿qué importa?, diciembre es tiempo de dar, de compartir y olvidar.

Se podría dar tregua al preocupante pico en el Índice de Precios al Consumo que ha sido el mayor en los últimos 20 años, también se podría olvidar por unos días la creciente violencia en casi todos los puntos del país, y así arrojarse a los brazos de la celebración y el sentimiento navideño, al fin de cuentas, y a pesar de todo, aquí se sigue.

Pero, ¿qué es la pobreza? ¿Será que nosotros solo convertimos a las personas en números? y ellos se ríen, se ríen de la miseria humana, esa que esclaviza al consumo, a los status, a las tendencias, condenando a la eterna insatisfacción y a ellos, a la única condición que conocen, la miseria.

Pero, la realidad es que cuando lo que falta en casa no es dinero, sino un hijo, una hija, difícilmente se puede hablar de celebración; y en México faltan muchas hijas, hijos, padres y madres. La atención de la autoridad a las familias y víctimas de desaparición y homicidio, ni siquiera los convierte en números, pues los vuelve a desaparecer, los envía a la trituradora de los “ataques de los adversarios” o al cajón donde coleccionan las “mentiras” que inventan los enemigos de la 4T.

Se cierra el tercer año de gobierno federal y el segundo de pandemia, ya se pasó por la preocupación, el enojo la desesperación y la exigencia, hoy se apela a la sensibilidad del ánimo festivo para suplicar por paz.