La colonización del maíz mexicano

El maíz ha acompañado a la humanidad desde que se volvió sedentaria, en México es parte de la cosmovisión que regía las naciones originarias de Mesoamérica, es parte de la identidad indígena que actualmente preserva la biodisversidad de los granos, pero también es el eje rector de los cambios comerciales entre Estados Unidos y los campos mexicanos.

El maíz es un tema de debate entre quienes apoyan el libre comercio entre América del Norte y los que promueven el respeto por la diversidad de los maíces originarios. Por eso, te contamos las claves para entender el conflicto moderno del maíz, sus raíces desde la llamada Revolución Verde y el TLC en los años 90 y las consecuencias a futuro, empezando por una clasificación más clara de cada tipo de maíz.

¡Sin maíz no hay país! ¿Qué significa esta consigna que aparece en perfiles de activistas medioambientales mexicanos? El maíz transgénico es una realidad en México desde que el Panel del Tratado de Libre Comercio (TLC) falló en favor de la comercialización de este grano de laboratorio en tierras mexicanas; sin embargo, el debate en torno a la utilización de este ingrediente modificado genéticamente viene desde los años noventa, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica.

Una planta humanizada

Se dice que el maíz es una planta humana, no solamente por el valor simbólico que se le ha dado, especialmente en Latinoamérica, donde distintas culturas mesoamericanas lo consideraban sagrado, como es el caso de los Mayas en Los hombres del maíz o los Aztecas que adoraban al menos cuatro dioses distintos para cada raza, sino porque, literalmente, la planta ha evolucionado junto a la mano humana.

En entrevista para El Universal, Amado Ramírez Leyva, economista agrícola y director de Identidad y Biodiversidad, una empresa que trabaja con comunidades originarias para promover el consumo de maíces e ingredientes nativos como chiles, insectos o frijoles del campo a la mesa, explica las claves para entender el debate del maíz:

El maíz de los años 90

“Lo mismo que pasó con las personas en la conquista, pasó con el maíz, fueron desplazados”, sentencia Amado. Después de 300 años de colonia, los maíces crecieron en regiones apartadas de las colonias españolas, produciéndose por comunidades indígenas y pueblos originarios. Esto cambió entre 1940 y 1960 cuando inició la Revolución Verde.

Se destacó por el aumento del volumen de producción, bajar el costo, hacerla más rápido y llegar a cada vez más centros de consumo. Mediante pesticidas, herbicidas y fertilizantes, este método industrial desarrolló los primeros maíces intervenidos en laboratorio, “los maíces mejorados”, una especie de maíz resultado de combinaciones entre distintas semillas más convenientes.

El peligro de lo transgénico

La primera planta genéticamente modificada fue el tabaco, en 1983. A partir de esta fecha y debido a que logró hacerse resistente a antibióticos, la expansión de la soya y el maíz genéticamente modificados dominó los últimos años de la década de los 90 en Estados Unidos, expandiéndose a todo el mundo debido al “éxito”.

En 2022, de acuerdo con Fundación Antama, 27 países cultivaron semillas modificadas genéticamente. Estados Unidos lideró el ranking con más de 74 millones de hectáreas sembradas, seguido por Brasil y Argentina.

“En México, no está permitido que se cultiven transgénicos. Solamente en campos experimentales muy específicos para investigación, pero sí está permitida la comercialización de Estados Unidos al país. El panel (del TLC) dijo que no se pueden prohibir los maíces transgénicos para el consumo, pero lo que intentamos es prohibir que se siembre en México”, detalla el agrónomo.

¿Realmente es peligroso sembrar maíz transgénico en México? Amado explica que debido a que la polinización de los maíces es cruzada y el polen del transgénico podría fecundar maíces nativos, produciendo un cambio genético: “afectarían la riqueza (genética) de maíces nativos”, como explica en un artículo el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt). Es decir, que el maíz transgénico pueda fecundar rápidamente a maíces nativos en el campo, implica que los genes de las variantes nativas, generación tras generación, pueden reducir sus capacidades de reproducción hasta extinguirse.

¿Debemos exigir maíz nativo?

“La gente dice que no quiere comer transgénicos y la realidad es que estamos comiendo híbridos, producto de la revolución industrial, como los mejorados, que también tienen problemas: el exceso de químicos”, comenta Amado. La diferencia entre los maíces mejorados y transgénicos frente a los nativos es que estos últimos tienen nutrientes y minerales provenientes de las regiones diversas donde crecen. En comparación con las zonas industriales donde el suelo se empobrece.

El debate entorno al maíz, en palabras del agrónomo no es que todos tengamos que ir a consumir maíz nativo, aunque sería idílico, sino mejorar la conciencia medioambiental en las producciones a gran volumen: “es posible volverse completamente orgánicos, pero hay industrias que no conviene, como la de los pesticidas o la de los fertilizantes”.