La crisis migratoria y lo mismo de siempre

Esta semana tuvo lugar la X Cumbre de Líderes de América del Norte en donde la migración se convirtió en un tema sustancial en la agenda de los gobiernos de México y Estados Unidos, en respuesta al drama humanitario cada vez más creciente. De acuerdo con la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, el número de migrantes que pidieron refugio en el país se incrementó en 2022 respecto a 2021, al pasar de 425,630 a 661,376. Los migrantes de Nicaragua, Cuba, Honduras y Venezuela fueron los que más han solicitado asilo. Como menciona el doctor Tonatiuh Guillén: “Las dictaduras latinoamericanas están expulsando agresivamente a su población”.

Pero esto solo es una parte del fenómeno, ya que también se ha incrementado el número de personas de origen mexicano que intentan cruzar la frontera con Estados Unidos de forma ilegal. Estos flujos que no se veían en la última década, se deben a la crisis económica y a los desplazamientos forzados causados por la de violencia que atraviesan entidades como Zacatecas, Michoacán y Guanajuato.

Es posible que el crecimiento de flujos migratorios persista o, incluso, empeore durante 2023. Por ejemplo, la Patrulla Fronteriza de EE. UU. informó que en 2022 se efectuaron 2.3 millones de arrestos de inmigrantes, un número inédito. Ante el drama que padecen miles de familias, es lamentable que no exista por parte de los gobiernos un cambio en la política migratoria, la cual se ha caracterizado por ser de contención, punitiva y cortoplacista.

En cada ocasión que se reúnen los mandatarios, se plantean una serie de buenos deseos. Esta vez no fue la excepción y algunos acuerdos se encaminaron a la creación de una plataforma virtual de seguimiento de flujos migratorios y la construcción de un centro de ayuda a migrantes en el sur de México. Es decir, no existe un verdadero cambio en la política migratoria. Amnistía Internacional, ha señalado que las políticas se han enfocado en disuadir la migración a través del uso de militares y la criminalización de quienes buscan seguridad y empleo en otro país.

En cambio se omitió hablar de los peligros que implica atravesar México como son las constantes violaciones a derechos humanos, las muertes que ocurren en la frontera, los desplazamientos causados por la violencia y la crisis económica. De igual forma, no se mencionó el problema de secuestros y desapariciones que ocurren en México, tal y como ha documentado el Proyecto Personas Migrantes Desaparecidas.

Desde luego, si verdaderamente los gobiernos quisieran enfrentar el drama migratorio y la crisis que existe en Centroamérica, podrían plantear avanzar en un mejoramiento regional basado en el desarrollo. No se trata de inventar el hilo negro, pues muchas de las propuestas ya las han planteado académicos y organizaciones. Por ejemplo, se podría incentivar el desarrollo económico a fin de promover proyectos de inversión; facilitar trámites migratorios como pueden ser visas humanitarias para las personas que son víctimas de persecución o visas temporales para trabajadores; establecer albergues con servicios básicos; desmilitarizar al Instituto Nacional de Migración; recuperar a la CNDH; dotar de financiamiento a ONG’s que apoyan a migrantes; y promover estrategias internacionales para enfrentar la inseguridad en México y Centroamérica.

Como bien señaló el presidente Biden: “Nuestros problemas en la frontera no surgieron de la noche a la mañana. Y no se resolverán de la noche a la mañana”, pero avanzar en la resolución del problema debe convertirse en una prioridad de Estado y ésta no se dará a través de discursos o boletines de prensa, sino con acciones concretas que permitan rectificar el camino que tanto ha lacerado a familias en América.