La victimización se ha convertido en el eje de la vida política. Tiene gran versatilidad para generar narrativas manipuladoras, que aparentan tener un gran sentido reivindicatorio y que permiten que el caudillo en cuestión asuma el rol de un prócer justiciero que lavará todas las afrentas, agravios e injusticias.
Más poder motivacional tiene la venganza para un corazón lastimado, que la convocatoria para construir un mejor país. El escarmiento del adversario es suficiente paga. La victimización ni es un fenómeno social nacido hoy en México, ni es privativo de nuestro país.
Hace 100 años, en los años veinte del siglo pasado, un joven activista político desarrolló una narrativa sustentada en la victimización del pueblo alemán, recién derrotado en la Primera Guerra Mundial -y empobrecido-, la cual quedó plasmada en su libro titulado «Mi Lucha», obra autobiográfica pero que expone sus ideas sociopolíticas. Publicado en julio de 1925.
La victimización también se ve en el vecino del norte, que en los últimos años ha asumido este rol sintiéndose víctima de los migrantes latinoamericanos, que se han apropiado de espacios sociales que han desplazado la hegemonía de la cultura sajona en esos ámbitos: Curiosamente estos conceptos quedan vertidos en la obra «Who Are We… The Challenges to America’s National Identity”, publicada por un prestigiado académico e intelectual de nombre Samuel Huntington, en 2004, donde manifiesta que la cultura mexicana a través de sus migrantes ha erosionado la identidad nacional del pueblo norteamericano.
Curiosamente la actual política norteamericana de los «aranceles» parte de un argumento victimizante, de que Estados Unidos ha sido abusado por sus socios comerciales alrededor del mundo, generando condiciones comerciales inequitativas.
Además, el actual gobierno norteamericano se siente víctima de la prensa, que cuestiona sus acciones.
Sin embargo, mientras en otros países la victimización responde a una catarsis temporal, que cuando desaparecen las condiciones que lo provocan, este ánimo victimizante desaparece y se recupera el equilibrio social.
En contraste, en México este ánimo victimizante nació desde que el país se independizó de España hace 200 años, hibernando en el inconsciente colectivo hasta que bajo el influjo de algún caudillo paternalista -que desarrolla una narrativa manipuladora de tipo reivindicatorio-, convierte los agravios en el eje de su política para gobernar con apoyo popular.
Hoy con la Cuarta Transformación vemos el resurgimiento de la estrategia de victimización para, desde esa posición, manipular las emociones del electorado.
Sin embargo, esta cultura llevará al empobrecimiento paulatino y la falta de competitividad por pérdida de productividad, ya que trae implícita una mentalidad derrotista.
¿A usted qué le parece?