La economía de dar gato por liebre

Una importante labor que ha realizado la Profeco en los últimos meses es la de desenmascarar productos que no tienen las características que dicen tener. Ejemplo de ello es el del café que no tiene la cantidad del producto que dice tener, pero de ningún modo se puede decir que sea el único caso, de hecho, los ejemplos abundan.

Complementario a las actividades de esta institución, se encuentran las Normas Oficiales Mexicanas que regulan el etiquetado de ciertos productos, así por poner un ejemplo, una bebida que se ostente como jugo debe tener un mínimo de dicho producto para ser considerado como tal, de otra forma, debería cambiar su nombre.

La premisa en ambos casos es que, con mayor información los consumidores tomarán mejores decisiones y castigarán a las empresas que dan gato por liebre. La evidencia, sin embargo, parece desmentir dicho supuesto.

Una recomendación en materia de regulación económica que se encuentra en la mayoría de los libros de texto es que la mejor opción es la de no hacer nada: los mercados se autorregulan y, al hacerlo, se alcanzan óptimos sociales. Esto aplica para todos los sectores: desde el mercado de trabajo, pasando por el sector financiero, hasta los mercados de bienes y servicios. La necia realidad, sin embargo, muestra una y otra vez que se resiste a comportarse según lo indican los libros de texto, los ejemplos sobran.

Hace casi diez años se reformó el mercado de trabajo para hacerlo más flexible, permitiendo a los patrones la contratación no por jornadas laborales de ocho horas, sino por hora laborada.

El salario mínimo se ha incrementado, al igual que el sueldo promedio de aquellos que cotizan ante el IMSS; esto fue resultado de una política de Estado, no un mercado que supuestamente se autorregula.

En el mercado de bienes, sobre todo el de alimentos y bebidas, hasta recientemente se estableció una Norma Oficial Mexicana que obliga a la industria a advertir sobre el consumo excesivo de grasas, azúcares y calorías en alimentos y bebidas.

Para muchos, es una sorpresa que prácticamente todo lo que se vende en la tienda de la esquina es nocivo para la salud. Sin embargo, el etiquetado no ha hecho mella alguna en el consumo de estos bienes. Algo semejante ocurre con la NOM que obliga a las empresas a denominar sus productos obedeciendo al contenido real del mismo; así, una bebida que dice contener sábila debe tener tal producto en lugar de polímeros. Esta NOM parece no estar teniendo efecto alguno.

En el Reino Unido, indiscutible país donde surgió el capitalismo, se tomó hace años la decisión de establecer un precio mínimo a las bebidas alcohólicas. Es decir, se está regulando a los mercados a través de la fijación de precios.

Dada la evidencia de que el consumo responsable no existe, y que el afán de lucro de cantidad de empresas los lleva a vender productos nocivos para la salud o bien a dar gato por liebre, el camino que se debe seguir es el de Inglaterra: considerar como problema de salud pública el excesivo consumo de alimentos que provocan obesidad y diabetes, entre otras enfermedades, y multar abiertamente a las empresas que no vendan lo que dicen vender. El gasto en el sector salud y el bienestar de la población deben estar por encima del frío cálculo egoísta de las ganancias de las empresas.