La posverdad

La mentira no es nada nuevo en la existencia humana, pero en el espacio político en particular hay una tensión permanente entre verdad y mentira existiendo una debilidad estructural de la primera frente a la segunda. Mentir intencionadamente es una de las características más saliente de nuestra especie y uno de los requisitos cognitivos básicos que se necesitan para mentir es evidentemente el lenguaje. 

La mente trabaja con representaciones mentales que le permite distanciarse del mundo tal cual es, de la realidad inmediata. Las personas emiten juicios sobre él y contradicen los hechos, establecen hipótesis y hacen referencias al pasado. Mentimos porque sabemos que somos capaces de modificar las creencias de los demás para conseguir un fin. De tal manera que la mentira parece ser consecuencia de la competencia para atribuir mente a los demás y a uno mismo, habilidad que se conoce como Teoría de la Mente (TOM por sus siglas en inglés) término propuesto por Premack y Woodruff (1978) y que se refiere a una habilidad cognitiva compleja que permite que un individuo atribuya estados mentales a sí mismo y a otros. Favorece la comprensión del engaño y la mentira. 

La Real Academia Española define el significado de la posverdad como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. El vehículo perfecto para que la posverdad avance son las redes sociales, haciendo casi imposible de distinguir lo que es verdad de lo que no. La falta de confianza es a la posverdad su razón de ser.

Una parte importante de la pérdida de confianza en las principales instituciones es el distanciamiento entre la actividad de las élites y la vida de las personas de a pie. Esto ha sido aprovechado por movimientos populistas que, como Morena, han sabido recoger los miedos, el hartazgo y la decepción ciudadana a la hora de llegar a las urnas.

En pleno ascenso de contagios del Covid-19 en México, el gobierno transformador está instalado en una nueva dinámica de la glorificación de la mentira generando confrontación y acrecentando la polarización. Frente a la severa crisis económica, sanitaria y de seguridad desde el micrófono mañanero se esgrimen otras cifras de una pandemia que carece de la base de datos más importante para empezar el regreso a la “nueva normalidad”: las pruebas. Se anuncia una posible semaforización para salir del confinamiento por municipios y regiones asumiendo baja en contagios pero sin datos duros, gráficas y ciencia que los respalde. 

La narrativa salvadora y triunfalista del presidente de estar “domando al virus”, colocándose como eterna víctima de sus fobias contra los que no comulgan con su realidad, logra engañar con dolo a una parte de la ciudadanía que baja la guardia en plena Fase 3 dificultando protocolos en un asunto de salud pública.

No mentir al pueblo, decían.