Lavaderos públicos: tradición y necesidad
Hace ocho años Xochimilco tenía la intención de quitar los lavaderos, pero esto no sucedió. El Universal

En el sur profundo de la Ciudad de México prevalece una tradición que, al día de hoy, para muchas mujeres se ha convertido en una necesidad: los lavaderos públicos. Desde tempranas horas comienzan a llegar al lavadero del pueblo de San Gregorio Atlapulco, un sitio tan antiguo como el pueblo mismo, con grandes cargas de ropa.

Guadalupe Millán, una habitante del pueblo, cuenta que tarda alrededor de tres horas en lavar toda su ropa, cobertores, sábanas y demás.

Muchas de las personas que acuden a estos lavaderos viven en las chinampas, por lo que la falta de drenaje hace indispensable el uso de estas herramientas. Al preguntarle sobre la situación del agua, la señora Guadalupe responde con una pregunta: “¿Cómo es posible que, en una zona chinampera, con manantiales, no haya agua?”.

La falta del líquido es un tema que aqueja a los habitantes del pueblo. Incluso han llegado a pasar varios días a la espera del agua. Debido a eso lava enormes cargas de ropa en cuanto puede disponer de agua.

Los lavaderos de San Gregorio eran mucho más grandes. Carmela Eugenio González cuenta, mientras talla una carga de ropa, que hace ocho años Xochimilco tenía la intención de quitar los lavaderos.

Gracias a la unión de los vecinos del pueblo esto no sucedió y se mantienen funcionando hasta el día de hoy, pero fueron reducidos debido a obras de la actual administración.

En su mayoría son mujeres mayores quienes lavan en este lugar. “Los jóvenes están en la escuela o trabajando y no pueden venir”, explica Guadalupe Millán.