Como cada año, este pequeño poblado se viste de gala para realizar su carnaval, en el que la gente se disfraza de osos.
Son los mismos pobladores de Nunkiní quienes confeccionan artesanalmente los disfraces, y para ello utilizan materiales de la región como costales, sabucán, piel de venado, reata y cencerros.
La tradición —cuentan los pobladores— se remonta a 1920, cuando un circo de los hermanos Acereto llegó desde Yucatán a Campeche.
Entre las funciones que ofreció incluyó un acto en el que aparecía un hombre disfrazado de terciopelo negro imitando los gruñidos de un oso. El show fue tan impactante que en el carnaval de la época salieron comparsas con gente disfrazada de osos acompañadas de un domador.
La gente, a falta de terciopelo negro, usó los materiales que tenía a la mano y que eran parte de sus labores en el campo, como los sabucanes (elaborados con fibra de henequén).
Por otro lado, un joven de la localidad, Aristeo Cain Pech, comentó que había otra versión de la procedencia de la tradición: muchos años atrás, Nunkiní estaba separada por una avenida principal —hoy es la Calle 19 de dicha localidad— que dividía el pueblo en norte y sur.
En la parte norte vivían los hacendados y en el sur los trabajadores. Cuando algunos hombres del sur querían ver a una mujer de la parte norte y eran sorprendidos, los linchaban en la plaza del pueblo.
Era tal la rivalidad entre los dos bandos que incluso se lanzaban piedras entre ellos cuando había un conflicto en la localidad.
Por su imposibilidad de convivir, las personas se disfrazaban con las herramientas que utilizaban a diario para pasar desapercibidos por las noches y lograr cruzar la línea divisoria que ellos mismos se habían impuesto.
Al parecer, cuando se logró romper esa división entre hacendados y gente del pueblo, Nunkiní comenzó a celebrar cada año en su carnaval que la represión sufrida por los hacendados desapareció, al igual que la línea divisoria que se habían impuesto.
Esa tradición ocasiona que en cada carnaval la gente vaya de casa en casa, visitando y bailando con todo aquel que se cruce en el camino.
Son parte de las tradiciones locales y regionales que a través de los años las comunidades —sobre todo indígenas— procuran mantener.