Cuando el primer ladrillo del Muro de Berlín empezaba a caer en la noche del 9 de noviembre de 1989 en Alemania Oriental, y simbolizaba el principio del fin del campo socialista de Europa del Este, en un rincón de Centroamérica se gestaba en ese momento histórico una de las operaciones bélicas para atizar el choque militar indirecto entre Estados Unidos y Cuba en América Latina y el Caribe y agudizar el impacto continental de la Guerra Fría.

En asocio con sus patrocinadores políticos y militares de Cuba y de Nicaragua, los insurgentes comunistas salvadoreños del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) aceleraban un plan para lanzar, dos días después, lo que se convertiría en la más violenta ofensiva guerrillera contra el ejército de El Salvador, sostenido por EU, en 12 años de guerra civil en ese país, de 1980 a 1992.

Aniversario

Al cumplirse hoy 30 años del derrumbe del muro, emblema de la disputa Este—Oeste entre el capitalismo, conducido por EU, y el comunismo, encabezado por la Unión Soviética (URSS), el conflicto bélico salvadoreño quedó sepultado como mortal e imborrable recuerdo.

Pero la Guerra Fría en el hemisferio occidental todavía está viva con el enfrentamiento casi particular Washington—La Habana: el choque nunca acabó totalmente en América y, desde el inicio el 20 de enero de 2017 de la administración Trump, recuperó fuerza con sus efectos hemisféricos.

La pugna creció por el despliegue de presiones económicas de EU sobre Cuba justificadas en atacar los consolidados nexos de la isla con Venezuela, Bolivia y Nicaragua como sus principales socios del bloque continental anti—Washington forjado a finales del siglo XX por dos gobernantes ahora fallecidos: el cubano Fidel Castro (1926—2006) el venezolano Hugo Chávez (1954—2013).

Trump advirtió repetidamente que Cuba debe ser castigada, porque emergió como el más importante soporte de los gobiernos de los cuestionados presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro, y de Nicaragua, Daniel Ortega, frente a los reclamos de las multitudes de opositores venezolanos y nicaragüenses de reconstruir la democracia, con libertad y justicia.

“Con la caída del Muro de Berlín, el mundo conoció que, pese a los totalitarismos de cualquier signo, la libertad es una condición humana y tendrá siempre la última palabra”, afirmó el opositor cubano Dagoberto Valdés.