Los últimos bastiones

Hoy, cuando está en puerta la renovación de las gubernaturas del Estado de México y Coahuila, el contexto político es absolutamente distinto a otras elecciones anteriores. En cerca de nueve años, Morena se consolidó como un movimiento social profundo y como una fuerza política que hoy gobierna, en conjunto con sus aliados, 21 de las 32 entidades del país, incluida la Ciudad de México, lo que representa el 56 por ciento del electorado.

De ahí que este partido-movimiento tenga la oportunidad histórica de alzarse con el triunfo en el Estado de México, considerado como el laboratorio electoral nacional; de igual manera, existen las condiciones para lograr lo propio en Coahuila; ambos son dos de los últimos bastiones que aún mantiene la oposición (PRI).

En los dos casos hay un amplio margen de posibilidad de triunfo de la izquierda partidista, con una candidata emanada de las filas de la lucha magisterial, en el caso del Estado de México, y con un perfil proveniente del ámbito empresarial, en el de Coahuila, lo cual habla del nivel de apertura y pluralidad en Morena.

Si el escenario es favorable, bajo tales condiciones, los votantes están obligados a realizar una reflexión a partir de un planteamiento bastante sencillo: frente al crecimiento exponencial de Morena, ¿cómo evitar regresar a una hegemonía que inhiba la maduración de la democracia en México? La respuesta es simple y contundente: aprendiendo de la historia política, para evitar caer o cometer los mismos errores del pasado.

Además Morena tiene que alejarse de las viejas prácticas que convirtieron al partido oficial en los escalones de ascenso para la administración pública. También debe competir bajo condiciones de igualdad, sin hacer uso de recursos públicos durante los procesos electorales.

En 2024, junto con la Presidencia de la República se disputarán nueve gubernaturas y se renovará el Congreso de la Unión. Resulta fundamental que las y los candidatos seleccionados para competir emanen de procesos de democracia interna, para evitar una regresión al absolutismo partidista. La fuerza con que Morena ha avanzado y los logros electorales que se alcancen este año deben funcionar como diques democráticos y no como elementos que amenacen su permanencia.