La llegada a los países de la Unión Europea (UE) de miles de niños ucranianos que viajan solos o bajo la tutela de algún adulto mantiene en estado de alerta a gobiernos y organizaciones humanitarias que están creando una red de acogida para evitar que los menores queden desamparados tras escapar de la guerra.

La mayoría de los pequeños se han visto apartados de sus familias, por extravío o motivos de seguridad, cuando no han perdido a sus padres, por lo que se encuentran en una situación de vulnerabilidad y afectados sicológicamente. En algunos casos viajan con personas adultas encargadas de su custodia y que una vez que llegan al país de acogida los entregan a las administraciones de protección de la infancia, porque no pueden hacerse cargo de ellos. Distintas fuentes calculan que entre tres mil y seis mil niños ucranianos han huido del conflicto sin su familia por distintas causas, aunque se desconoce la cifra real.

La UE implementa planes de contingencia para atender a los menores desplazados dentro del programa de apoyo a los refugiados ucranianos que superan los cuatro millones. Las familias de acogida y los centros de protección infantil tutelados por el Estado o los gobiernos regionales son dos de las fórmulas que se emplean para paliar la orfandad. Cuando los menores se ven obligados a separarse de sus progenitores, los esfuerzos de autoridades y ONG se encaminan a garantizar sus necesidades básicas en el país receptor y a promover el reencuentro con sus familias de origen.

“Antes que nada tienen que disponer de un lugar en el que se sientan seguros, que puedan volver a la rutina, a la normalidad, con adultos que se hagan cargo de ellos. Luego, evidentemente, facilitar el acceso a la educación y al tema de la salud, en estos casos también a la salud mental (…)”, señala Jennifer Zuppiroli a El Universal, experta en infancia migrante y refugiada de Save The Children España.