Solo hay algo peor que el “relevo generacional” simulado y es el “relevo generacional” que se convierte en continuidad y no en cambio.
No se recuerda una renovación partidista, un cambio de sexenio o de Legislatura en la que no se hable del “relevo generacional” y casi siempre resulta en una simulación, simplemente no ocurre y terminan ejerciendo el poder los de siempre.
Se ha manoseado tanto ese concepto que ya nadie lo cree, ¿pero no es peor que ese cambio de estafeta sí ocurra y se entregue el poder a jóvenes que resultan iguales o peores?
Es falso que un político joven es mejor solo porque lo es; la juventud no es una virtud per se, pero puede convertirse en una. Es lo deseable.
Un joven político ideal no es el que no conoce las peores mañas de la política –porque eventualmente las conocerá– sino el que las conoce, pero no las practica e incluso trabaja por erradicarlas. Ejemplos de políticos jóvenes que resultaron corruptos y cínicos hay cientos, pero políticos jóvenes pulcros son contados.
La juventud tiene bondades que no vuelven: fuerza; claridad de ideas con la oportunidad de moldearlas; incluso el tiempo; y capacidad de asombro, esas características se pueden traducir como ventajas competitivas, pero en política se ha discutido si la juventud es merecedora de una acción afirmativa que les permita pasar sin aduanas a las grandes ligas… nada más irracional pensar que los jóvenes componen un “grupo vulnerable”, cuando representan todo lo contrario: la viveza, los sueños y la esperanza.
Por eso, es obligación de los jóvenes que incursionan en política ejercerla de manera distinta, demostrar que un relevo generacional va acompañado de nuevos valores y principios y sobre todo, aprender a ganar en las urnas conquistando voluntades, mientras que es responsabilidad de los partidos políticos no entregar cheques en blanco a quienes solo por su juventud exigen un espacio, sino formar a los próximos gobernantes y entregarlos en plenitud a la vida pública.
Los jóvenes necesitan preparación académica, conocimiento y entendimiento de lo público, y una pirámide de valores éticos indestructibles para poder servir a México correctamente.
Formación, formación y más formación, en lugar de cuotas por edad.