El fuerte olor a diesel se percibe cuando la temperatura se intensifica frente a los seis kilómetros de mar en playa Brasil. Elisa Rojas, una de las habitantes de Punta Conejo que limpia la arena, indica que el olor sale de la arena que luego de varios días terminó por ocultar el producto aceitoso derramado desde el 23 de octubre pasado.
No es la primera vez que Elisa Rojas, de 53 años, toma una pala y un rastrillo para levantar hidrocarburo de la playa de su pueblo. En los últimos dos años fue contratada en tres ocasiones por Petróleos Mexicanos (Pemex) mediante un programa de empleos temporales.
Ella y su hija se dedican a la venta de pescado y otros productos del mar, por lo que la constante contaminación afecta no solo a su familia sino a los 400 habitantes de playa Brasil, agencia municipal del puerto de Salina Cruz, quienes viven de la pesca y el turismo.
Desde el día en que se dio a conocer la presencia de hidrocarburo en al menos 10 kilómetros de la costa istmeña, elementos de la Secretaría de Marina (Semar) se presentaron en esta playa para hacer trabajos de limpieza, pero el pueblo los detuvo y pidió que fueran los afectados directos quienes lo realizaran. Pemex aceptó, pero solo otorgó 180 empleos temporales, sin indicar una fecha de terminación del contrato.
Los hidrocarburos derramados por la empresa estatal se extienden por las costas y playas de Salinas del Marqués, Punta Conejo, y las playas Brasil, Azul, Guelaguichí, Cangrejo y Chipehua.
Elisa considera que la contratación posiblemente dure tres semanas, como sucedió en las dos limpiezas pasadas. En esta ocasión recibirá dos mil 500 pesos por semana con un horario de 7:00 a 13:00 horas. Durante seis horas, los pescadores y habitantes recorren la zona en grupos de 10, recolectan la arena manchada, la colocan en sacos y la entregan a Pemex para que le dé un tratamiento especial.
Más de 10 derrames en últimos años
Ignacio Martínez Mendoza, pescador desde hace 20 años y agente municipal de playa Brasil, recuerda múltiples veces en que Pemex contaminó el mar, siendo la más grande y severa la del 11 de agosto de 2012, cuando se hundió la monoboya 3.
Los habitantes de playa Brasil, jóvenes y personas de la tercera edad que trabajan en la limpieza, entierran 10 centímetros las palas en la arena para luego crear pequeños montículos que colocan en las bolsas. Todos coinciden en que retirar la contaminación tardará más de un mes, así que la única entrada económica que tendrán será el pago que obtengan del empleo temporal; algunos quizá buscarán trabajo de obreros en Salina Cruz en lo que mejoran las cosas.
Ellos no viven de la pesca
A 10 minutos de esta playa está Guelaguichí, agencia de Santo Domingo Tehuantepec, una comunidad que tiene bajo su administración las playas La Escondida, Punta Chivo, La Mancuerna y El Castillo, espacios prácticamente vírgenes que solo son explotados por pescadores y buzos de la comunidad.
Estas playas también recibieron el impacto del combustible derramado que, a decir de Manuel y Luis Sebastián Velásquez, buzos y mecánicos del pueblo, se trata de diesel combinado con algún aditivo, a juzgar por el olor. Piensan que no se trata de crudo, aunque no tienen nada preciso, pues Pemex no ha emitido ningún informe oficial sobre el origen del derrame.
Luis Sebastián, su hermano Manuel y el hijo de este son parte del grupo de ocho buzos de la comunidad que desde hace más de 20 años se dedican al buceo de apnea o libre, utilizando solo un visor, aletas y conteniendo la respiración por dos minutos bajo el agua para obtener ostiones que están debajo de los peñascos, así como mejillones, pulpos y langostas que luego ofertan a los locales o entregan a los comercios de mariscos en el puerto de Salina Cruz.
Estos buzos también señalan, con molestia, que la contaminación por hidrocarburos de Pemex sucede casi una vez al año, no solo de crudo sino también de aceite y otros materiales derivados del petróleo. Ellos aseguran que constantemente ven los residuos en las rocas y en la arena.
La nueva contaminación, señalan, los sacará del mar por lo menos durante dos meses hasta que esté completamente limpio, por lo que consideraron urgente que el gobierno, “a través de la instancia que sea”, implemente trabajos temporales para los afectados por el derrame, puesto que los peces que obtienen ya están contaminados y muchos de ellos morirán.
“Sabemos de daños al mar. En otras ocasiones regresamos al mar y al abrir los ostiones estos tienen el olor desagradable; otros guardan capas negras del producto. Eso ya no lo podemos vender, es tóxico. Por eso sabemos que ahora pasará lo mismo y necesitamos la ayuda”, expone Luis Sebastián.