Milagros Monserrat era cajera en la tienda Walmart Express de la ciudad de León. La mañana del jueves salió de su casa a las 06:30 horas, a donde volvería por la tarde para celebrar su cumpleaños con una cena en la que su madre serviría enchiladas, su platillo favorito.

Hoy su cuerpo reposa en un ataúd blanco en la funeraria Ureña, en el barrio de San Juan de Dios y a dos cuadras de su casa, vecinos colocaron flores, veladoras y un retrato de ella y rezan en el punto en el que un hombre la asesinó a puñaladas y ha burlado la justicia.

Su madre Ernestina Meza llora inconsolable junto al féretro; compañeras de su hija y vecinas la abrazan y le dan consuelo en la sala de velación.

Exigió que hagan algo, que detengan al asesino de Milagros. “¡Era una buena niña! Se fue a trabajar un rato con el ánimo de regresar pronto porque había cumplido 40 años”.