Inmersos en el ruido de motores y cláxones, pregones de vendedores ambulantes y la algarabía típica del Centro Histórico capitalino, Víctor Ariosa y su marioneta Morionet difunden un peculiar arte que deja boquiabierto a más de uno.
Se trata de un performance que surgió en Cuba hace un par de años, mismo que huyendo de la situación económico-política del gobierno del presidente Miguel Díaz-Canel, se vio obligado a cruzar el Mar Caribe para, ahora, subsistir a base de propinas, aplausos y risas que les dejan decenas de espectadores en calles y plazas de barrios históricos de la Ciudad de México como San Ángel, Coyoacán y el Centro, mientras pasan seis años de los ocho que el cubano, asegura, tiene como castigo tras salir ilegalmente de su nación.
Con lienzos en blanco de 20 por 25 centímetros, pinturas de acrílico, pinceles y otra variopinta de artefactos, cerca del mediodía Víctor llega desde Coyoacán en Metro al corazón de la capital y alista el show que ofrecerá casi frente al Palacio de Bellas Artes.
Después de un breve almuerzo, el artista originario de La Habana saca detrás de bambalinas, que se limitan a un morral verde oliva, a un muñeco de madera de cedro y cuerdas que él mismo diseñó y talló; lo llama Morionet, en homenaje al artista francés Claude Monet.
El tercer y último llamado llega en paralelo a que la marioneta dirigida por el hombre que por cuatro años estudió artes escénicas en su país natal, abre el acto tomando uno de los pinceles y cadenciosamente al ritmo de salsa, merengue, rock and roll o bachata, que salen de una bocina conectada a un teléfono celular, desparrama sobre el lienzo postrado en un diminuto bastidor el colorido arte que deja perplejos a los transeúntes quienes se detienen unos segundos para apreciar el acto; casi instantáneamente sonríen, aplauden la destreza del marionetista e, incluso, varios aprovechan para grabar videos o tomar fotos.
Al tiempo que con su mano izquierda dirige desde un control de madera los movimientos del títere y mientras con la otra, hace posibles los pincelazos que Morionet deja en el lienzo, Víctor cuenta que cuando llegó a México fue apoyado por el Albergue del Artista del grupo de teatro independiente Tadeco, en donde halló apoyo y en el que colabora en distintos eventos impulsados por ese taller.