En un acontecimiento sin precedentes, hace unos días se llevó a cabo el primer Encuentro Nacional de Mujeres Electas por Acciones Afirmativas en colaboración con el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Dos días de intenso trabajo donde mujeres de diversas trayectorias y realidades compartieron experiencias, se resaltó el poder colectivo y se hizo un llamado a abrazar la resiliencia como herramienta fundamental para enfrentar los desafíos de la política.
Es relevante reconocer que hacer política no es una tarea sencilla, ni exenta de costos. Las mujeres enfrentan obstáculos que van desde la discriminación hasta el desgaste emocional. Pero quienes han recorrido este camino saben que la capacidad de resistir y sostener las luchas sirve para abrir camino y lograr que la dignidad y la igualdad sean costumbre.
En la esencia del ser feminista se encuentra la fuerza para resistir y persistir, en medio de la adversidad política. Y esa lucha es una gran revolución, porque todas y todos saben que hacer política es difícil.
Estas mujeres indígenas, afromexicanas, de la diversidad, con discapacidad y jóvenes ocupan espacios haciendo que el escenario político sea más representativo y es ahí donde las cosas se ponen difíciles. Porque las mujeres no ganamos espacios en la política sin costos: la familia, los cuidados, los frágiles equilibrios que pueden romperse al entrar al espacio de la visibilidad pública.
Se conoce en profundidad la Ley General de Acceso a una Vida Libre de Violencia para las Mujeres. Por ello, el mérito a las que trabajaron en ella, que lucharon por legar ese instrumento que es ejemplo en la región y en el mundo. En ella están las definiciones que son, ineludiblemente, el marco de pensamiento y de acción.
“Aguantar vara”, fue un llamado urgente a la resiliencia y persistencia para transformar la política porque la forma tradicional de hacerla ya no sirve al país, se quiere una política más justa y respetuosa, una política libre de violencias, que convoque y que construya.
Para eso se necesita transformar los dolores individuales, con la construcción de políticas que mejoren la vida de las mujeres en nuestras comunidades. Porque ya saben que todo puede convertirse en política si le damos la altura de lo colectivo y lo llevamos al espacio donde se construye, donde se transforma, por el peso de la presencia y de la mirada, las formas tradicionales y masculinistas de hacer política y remover este Estado patriarcal paulatina, pero definitivamente.
Han venido a la política para cambiarla. Pero este es un proceso y no basta la voluntad para transformarla de un día para otro. Necesitan a muchas mujeres para que suceda eso que dijo Bachelet hace años ya, “muchas mujeres, cambian la política”. Pero las mujeres deben poder mantenerse en ese espacio hostil al tiempo que luchan para que deje de ser un espacio que las trata como intrusas, que las agota, que las decepciona, que termina doliendo y cuestionando si realmente vale la pena.
La estridencia mediática y quienes solo buscan denostar pretenden tergiversar un mensaje perfectamente enmarcado, pero a ellos también se les invita a escuchar a estas mujeres o por lo menos a escuchar los discursos y las experiencias completas y entonces abordar entre todas y todos los desafíos que enfrenta la sociedad.
Por ello, se rechaza categóricamente la normalización de prácticas políticas que perpetúan la desigualdad, la discriminación y la violencia de género.
En el alma de nuestra resiliencia se esconde el poder colectivo para cambiar el mundo y transformar la política. Sí, hay que seguir adelante, desafiar las trampas y transformar el escenario público. Se puede tergiversar lo que quieran, pero las mujeres son quienes llevan la voz de la verdad de su lucha. ¡El poder está en la resiliencia y en la unidad!