La economía mexicana no puede entenderse sin las mujeres, tanto en el liderazgo empresarial como en el trabajo no remunerado que sostiene la vida cotidiana.
Hoy encabezan un tercio de las MiPYMEs y ocupan el 39 % de los puestos de dirección senior -por encima de la media global-, pero dedican tres veces más horas que los hombres al cuidado y tareas domésticas.
Esa doble carga limita su desarrollo y acceso a recursos, además de invisibilizar un enorme valor económico: si ese trabajo se sumara al PIB, aportaría 6.9 billones de pesos en la próxima década.
Superar estas barreras no solo beneficia a las mujeres, sino que también impulsa el crecimiento económico del país.
Según el FMI, reducir la brecha de género podría aumentar un 35 % el producto económico.
En este marco, la inclusión financiera resulta esencial, ya que garantizar acceso a servicios útiles y asequibles impulsa su desarrollo y contribuye al crecimiento del país.
Sin embargo, persisten desigualdades a nivel mundial: solo el 47 % de las mujeres tiene cuenta bancaria, frente al 55 % de los hombres. En México, la brecha es de 8.1 puntos, lo que restringe el acceso al crédito y limita el crecimiento de sus negocios.
Quienes logran insertarse en el mercado laboral deben enfrentar barreras estructurales profundas como la brecha salarial y el “techo de cristal”, que condicionan sus ascensos, ingresos y reconocimiento.
Según la ONU, la disparidad global de ingresos alcanza el 20 %. En Ciudad de México, en 2024, esta brecha era del 16.86 %: por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer recibe 83.14.
Avanzar hacia la igualdad requiere políticas que garanticen oportunidades, eliminen la discriminación y faciliten la conciliación entre trabajo y vida familiar.
En ese sentido, la educación financiera puede actuar como catalizador del empoderamiento económico femenino, según la OCDE.
Por eso es importante iniciativas para acompañar a miles de mujeres en América Latina en el desarrollo de habilidades para fortalecer y escalar sus negocios.
Impulsar la inclusión financiera, la igualdad salarial y el liderazgo femenino constituye una ventaja estratégica para la competitividad y la sostenibilidad del país.
México ya registra niveles de liderazgo femenino por encima del promedio global, una oportunidad que no puede desaprovecharse. Para consolidar este avance, es clave que gobiernos, empresas y organizaciones del ecosistema emprendedor trabajen en conjunto para garantizar financiamiento, capacitación y políticas de apoyo que permitan a más mujeres escalar sus proyectos y generar un impacto transformador en la economía y en sus comunidades.