“Ni los atentados nos obligaron a pasar el 4 de julio así”

La celebración del Día de la Independencia de Estados Unidos este 4 de julio fue catalogada como la más triste y la más insípida de la historia moderna de este país. Alrededor de 80% de las ciudades no dieron aval para festejar con juegos pirotécnicos y las reuniones estuvieron prohibidas en casi todo el territorio. Sólo la capital, Washington DC, gozó de permisos extraordinarios para vivir una festividad casi normal y en la que la Fuerza Aérea dio un espectáculo.

No obstante, ese no es el caso de otros. “Ya venían en camino [a mi casa] la familia de mi hermana y algunos amigos, porque los habíamos invitado a una BBQ [parrillada], pero se tuvieron que regresar”.

“Nos enteramos de que si la policía los detenía y sabían que iban a un festejo, los multarían con mil dólares, así que mejor ahí lo dejamos”, cuenta a El Universal Janet Michel, mexicana de origen jalisciense con más de 20 años en California.

Además, varios estados del sur han sido reportados como las áreas con el mayor disparo de contagios de Covid-19 en la nación, a días de que sus economías iniciaron a abrir parcialmente.

“Lo que he escuchado es que está sucediendo en todo el país de diferentes maneras. Los fuegos artificiales fueron prohibidos durante el fin de semana, pero a la gente le vale.

“Ayer, desde el jardín de mi casa podíamos ver cómo estaban tirando varios. Hasta la policía llegó y buscaba quién o quiénes lo estaban haciendo, pero creo que no encontraron a nadie”, comenta Michel, quien vive en Simi Valley, California.

Esta demarcación: Arizona, Texas y Florida, restringieron los festejos del Día de la Independencia muy duramente: “Cerraron playas; a determinada hora no se vende más alcohol; restaurantes y bares [pudieron operar] máximo a medianoche. Estamos peor que antes de que abrieran las economías”.

“No ha quedado de otra que quedarse tranquilitos en casa, porque si alguien reporta a algún vecino que hay fiesta o grupos, o alguna patrulla se da cuenta, pueden terminar en la cárcel”, señala Janet.

En Miami, Florida, tampoco hubo mucho que celebrar. “Cerraron las playas y a una hora determinada de la noche no podemos salir”, detalla a este diario Rafael Cuesta, un cubanoamericano llegado de la isla hace más de una década.

“La policía y todas las autoridades han estado muy activas para hacer cumplir los mandatos de los alcaldes. El asunto es que nadie quiere tener problemas, ya tú sabes”, declara con una sonrisa de resignación.

“Ni los atentados terroristas ni los huracanes nos habían obligado a pasar un día así [de la Independencia] en estas condiciones. Yo sí voy a extrañar los fuegos [artificiales] y ese olor a pólvora con cerveza y amigos, haciendo fiesta con mucho ruido”, concluye.

De acuerdo con los especialistas, comenzando por el doctor Anthony Fauci, epidemiólogo de cabecera de la Casa Blanca, Estados Unidos ha rebasado todo pronóstico y no se prevé que la tendencia vaya a cambiar pronto. Esto especialmente con la reacción de la sociedad que no deja de reunirse ni romper la distancia social cada vez que puede, como si no estuviera sucediendo nada en el mundo y en una nación abrumada con más de 53 mil infectados en un solo día y más de 128 mil fallecidos, hasta este viernes.

Y en medio de estas estadísticas nada halagüeñas y en el peor momento de la pandemia para la primera potencia mundial, el presidente Donald Trump llevó a cabo su propio festejo adelantado del Día de la Independencia.

La noche del 3 de julio en Dakota del Sur, en el monte Rushmore —donde están las caras de los expresidentes de Estados Unidos George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln— se reunieron alrededor de 7 mil 500 personas para presenciar un discurso de su mandatario.

No hubo exigencia de usar cubrebocas ni distanciamiento social ni ninguna otra medida de seguridad para la salud de los asistentes, según los organizadores del evento.