Nuestro origen y porvenir tiene rostro de mujer

El pasado 5 de septiembre se conmemoró el Día Internacional de la Mujer Indígena con el objetivo de rendir tributo a todas las mujeres pertenecientes a los pueblos indígenas del mundo, así como a la diversidad y grandeza que representan, debido a que a través de la historia —como ningún otro grupo poblacional— han llevado sobre sus hombros la pesada carga de la desigualdad y la injusticia, lo que ha limitado su libre acceso a los servicios sociales y a una representación suficiente en la toma de decisiones en todos los niveles.

Además de que en los últimos años han sufrido de manera desproporcionada el impacto de la pandemia de la covid-19. Una fecha en la que además de reconocer sus invaluables aportaciones, se deben visibilizar sus necesidades y demandas.

Las mujeres indígenas han sido una pieza fundamental en las luchas libertarias de México y de sus pueblos, son garantes de la cultura y desempeñan una función vital en sus familias y comunidades; sin embargo, a pesar de sus aportaciones, enfrentan múltiples obstáculos a lo largo de su vida para acceder a nuevas y mejores oportunidades en los ámbitos educativo, laboral, sanitario, político, cultural, social, económico y familiar, debiendo derribar las barreras para poder ejercer sus derechos, lo que perpetúa la inequidad.

La falta de accesibilidad a la alimentación, al agua, a la toma de decisiones, a la movilidad y a desarrollar plenamente todo su potencial resulta en altas tasas de analfabetismo, morbilidad, desempleo y discriminación, que las hace más vulnerables a todos los tipos de violencia.

Las niñas, las adolescentes y las mujeres indígenas son objeto de una triple discriminación: de género por ser mujeres, étnica por su condición de indígenas y económica por ser pobres. De ahí que reciben un trato cruel, marcado por conductas aberrantes que atentan contra su dignidad y libertades humanas, como abuso sexual, matrimonio infantil, trata de personas, matrimonio forzado y mutilación corporal.

No obstante, todas las adversidades que enfrentan, ellas han dado patria y matria, revitalizan, utilizan, fomentan y transmiten a las generaciones que les suceden sus historias, lenguas, tradiciones, filosofías, cosmovisiones, sistemas de escritura y literatura, así como respeto y amor por las tierras y comunidades de origen.

Por eso es que el presidente Andrés Manuel López Obrador, desde el principio de su administración, ha promovido el ejercicio de los derechos de las mujeres indígenas, reconociéndolas como sujetos de derecho y poniendo especial énfasis en su adecuada atención a través de casas con pertinencia intercultural a efecto de abordar temas como violencia de género, salud sexual y reproductiva; además de instrumentar varias decenas proyectos y programas sociales en su beneficio.

Ahora, la transformación de la realidad de las mujeres indígenas continuará siendo una realidad, deberán tener más acompañamiento en sus procesos individuales, se fortalecerán sus liderazgos y disfrutarán de los beneficios del desarrollo para alcanzar la igualdad sustantiva, siempre con pleno respeto a su autonomía.

En las metrópolis y en las comunidades rurales llegó el tiempo de las mujeres, volver a los orígenes y tener un mejor porvenir.