Narciso Barranco llevaba más de 20 años viviendo en California. Sus tres hijos sirven en el Cuerpo de Marines de Estados Unidos y uno se encontraba destacado en el extranjero cuando, el pasado 21 de junio, su padre fue arrojado al pavimento por agentes encapuchados mientras podaba arbustos frente a un restaurante en Santa Ana, California.
No se identificaron. No mostraron orden judicial. Sólo empujaron al mexicano, lo esposaron y golpearon en la cara mientras otros trabajadores gritaban pidiendo que se detuvieran. Uno grabó el momento. El arresto fue tan violento que Narciso, de 48 años, terminó con moretones profundos en el rostro, una ceja partida y un ojo casi cerrado.
El gobierno alegó que Barranco los “amenazó” con su herramienta de podar, aunque el video muestra que el hombre la traía en la mano simplemente porque estaba trabajando y corrió, asustado, cargando el utensilio.
Fue trasladado a un centro de detención sin contacto consular ni acceso a su abogado.
Su familia, al enterarse, inició una campaña pública y gracias a la presión mediática, a las protestas de veteranos y a la intervención de legisladores locales, Narciso fue liberado el 15 de julio bajo fianza de 3 mil dólares. Al salir, no habló de venganza ni de odio, sólo del dolor de que sus hijos hayan jurado defender a un país que trató a su padre como basura.