En un pequeño taller en donde apenas caben dos mesas de madera, algunas cajas con materia prima y herramientas, pero también mucha pasión y creatividad, Pedro Morales Huerta junto a su hijo Pedro Morales, lucha para preservar la tradición de elaborar el papel picado de forma artesanal en el pueblo de San Salvador Huixcolotla, Puebla.
En el pequeño cuarto de tabicón gris de unos tres por seis metros techado con láminas metálicas, nacen miles de pliegos de papel picado que adornan las festividades vinculadas al Día de Muertos, pero también poco a poco va decayendo el oficio que sucumbe ante el suaje y el láser, mecanismos de corte de papel que producen las decoraciones en masa, pues mientras padre e hijo crean 100 piezas durante una hora, en el mismo tiempo, aseguran, la maquinaria fabrica unas mil unidades, lo que provoca que los pequeños empresarios estén dejando de competir en el mercado.
“Lamentablemente ha surgido mucha competencia en esto, con [los papeles picados] que fabrican en las máquinas, y últimamente de las que están saliendo de trabajos con láser de los chinos, porque se pierde el arte, yo tengo la firme convicción de que la artesanía debe ser hecha por el humano, no por una máquina”, aseguró Pedro Morales.
Desde hace poco más de una década Los Gallos, como son conocidos en el poblado central del estado, decretado en 1998 como “la Cuna del Papel Picado”, alternan sus labores en el campo y en la Central de Abasto de San Salvador Huixcolotla, en el municipio poblano del mismo nombre. En temporadas de Semana Santa, fiestas patrias, Día de Muertos y festividades decembrinas desempolvan sus artefactos para dar rienda suelta a su creatividad.
El señor Pedro Morales Huerta acomoda los “fierros” —como le llaman a los cinceles y mazos metálicos de diferentes tamaños con los que hacen la magia—, cuenta que para comenzar en el negocio “no fue difícil, lo difícil ya fue ahorita, porque ya hay más personas que lo hacen, ya hay más saturación en todo el producto, nosotros hacemos el trabajo a mano, hay máquinas que sacan cuatro o cinco veces más producto que nosotros, dan más económico y tenemos que ponernos al precio de ellos”, lamentó el hombre de 55 años.