Paralelismos

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional se alejó del punitivismo e intentó incentivar, a través de estímulos económicos, el desarrollo de las naciones europeas afectadas por el conflicto. Sin embargo, las divisiones internacionales provocadas por la Guerra Fría causaron división mundial, y en Alemania se materializó con mayor contundencia.

El Muro de Berlín separó al pueblo alemán por las diferencias políticas e ideológicas que entonces regían al mundo. Fue la muestra más clara de que quien más padece las consecuencias de los desencuentros entre Gobiernos es la población, que poco o nada tiene que ver con las posturas que cada Estado nación decide asumir.

La caída del Muro coincidió en México con el desencanto de las y los habitantes respecto a la democracia ficticia propia de la época. Un año antes del suceso en Alemania, en 1988, la exclusión política de dirigentes encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, entre otros, provocó un cisma en el sistema político; mucho se pensó que se trataba del fin de la historia política nacional, pero en realidad fue el inicio del movimiento que derrumbaría las barreras ideológicas que le negaban al pueblo vivir en una verdadera democracia.

Por su parte, Alemania inició un proceso de reintegración social y política que, aunque dejó cicatrices en la memoria colectiva, logró avanzar a pasos agigantados.

Su madurez democrática es indudable. Mientras que en América Latina persiste la desconfianza ciudadana respecto a la democracia, en Alemania los procesos de elección de dirigentes gozan de alta credibilidad, y la reelección no es vista con temor o desconfianza.

En materia económica, Alemania se consolidó también como potencia, logrando conciliar la producción industrial con el cuidado del medio ambiente.

Al mismo tiempo, el país teutón no optó por el desarrollo económico a costa de la desigualdad social; por el contrario, cuenta con uno de los sistemas de bienestar más robustos del mundo. Con hechos ha demostrado que la unión es más poderosa que la división; que los muros no frenan los conflictos, pero sí el progreso.

En México, desde 2018 se inició un proceso de reunificación nacional que busca sentar las bases para un desarrollo más equitativo y justo, en el que el Estado pueda generar las condiciones para que la población en su conjunto tenga garantizado el cumplimiento de sus derechos y la realización de sus libertades.

En el mundo siguen existiendo muros que dividen. El país tiene una relación comercial, cultural y social muy profunda con los Estados Unidos, pero si bien las barreras físicas en la frontera norte son un método para combatir el crimen transnacional en forma conjunta, son además un símbolo de las profundas divisiones que perviven y que, como muestra la historia, no benefician a nadie.

El contexto mundial actual obliga a que los Gobiernos de los países dejen de lado el hermetismo y la división, y que en su lugar apuesten por el diálogo y el entendimiento.

Por eso, porque se sabe que tender puentes es siempre mejor que erigir muros, la semana próxima el Senado de la República recibirá al presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, a quien darán la bienvenida y con el que entablarán un diálogo franco rumbo a la construcción de sociedades más justas y equitativas.