Sin tregua navideña, Rusia desató otro ataque violento contra la infraestructura civil de Ucrania, en particular la energética: 650 drones y más de 30 misiles.
Así, un total de 13 regiones fueron atacadas, incluyendo Kiev y Odesa, donde la situación se está volviendo cada vez más crítica.
Los bombardeos causaron muertos y heridos, incluido un niño de cuatro años, en Zhitomir.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, criticó con dureza al mandatario ruso, Vladimir Putin, al acusarlo “no aceptar la idea de tener que dejar de matar”, justo cuando las negociaciones de paz están “prácticamente en pleno apogeo”.
En ese sentido, para el líder ucraniano la solución es siempre la misma: más presión sobre Moscú para obligarlo a sentarse a la mesa de negociaciones.
Por su parte, el Ministerio de Defensa ruso se atribuyó la responsabilidad de la ofensiva, al presentarla como una especie de represalia por los ataques terroristas sufridos por Ucrania.
En concreto, la campaña contra las refinerías, librada durante varios meses, busca reducir los ingresos del país, que depende en gran medida del gas y el petróleo.
Zelenski enfatizó con desdén que los misiles, incluidos los temidos misiles hipersónicos Kinzhal, llegaron justo antes de Navidad, “cuando la gente simplemente quiere estar con sus seres queridos, en casa, a salvo”.
Dada la magnitud de la operación, la Fuerza Aérea Polaca intervino para patrullar sus cielos y prevenir posibles incursiones fronterizas, como ocurrió el pasado septiembre.












