Grandes ganadores son quienes se benefician de la polarización, de la no construcción de acuerdos y de sembrar odio y resentimiento. Quienes obtienen la mayor rentabilidad son el crimen organizado y la delincuencia en todas sus vertientes. La polarización resulta un sabotaje a los esfuerzos que finalmente se están haciendo para dejar atrás la política de abrazos no balazos.
Mientras se impongan colores partidistas y el desprecio por el diálogo entre quienes piensan distinto, se seguirá padeciendo y sufriendo por igual el acecho y el terror de los criminales, cualquier avance significa mayor desgaste, tiempo y una enorme dificultad para devolver la paz a la gran mayoría de los ciudadanos.
Ganan quienes reclutan niñas, niños y adolescentes para convertirlos en sicarios, halcones y en esos “desechables” en que los han convertido, porque cada año pueden reemplazarlos con otros 45 mil o más con una absoluta impunidad.
Los grupos más radicales y los fanáticos también ganan, pues desde cualquier trinchera en donde se encuentren abonan a la polarización, a satanizar y reprobar cualquier intento de acercamiento, civilidad política y a la construcción de acuerdos esenciales.
Ganadores son también los que se presentan como los rescatadores y salvadores para distintos grupos de la población, sin importar los mecanismos y herramientas que utilicen con tal de lograr ese propósito que la gente anhela.
Ganan también quienes apuestan por una sociedad cada vez más pasiva e indiferente, porque frente a las pugnas cotidianas, descalificaciones, ofensas y acusaciones entre los grandes tomadores de decisiones, las familias eligen resguardarse, cuidar lo que han logrado y no involucrarse, pues sienten que hagan lo que hagan no irán a ninguna parte.
Los grandes perdedores son el resto de la población, incluyendo a quienes hoy parecen desde una mayoría conseguirlo todo o casi todo, porque al ignorar al menos a la otra mitad del país, los frentes y desafíos serán cada vez mayores.
Los grandes ganadores no generan derrama económica alguna, ni cierran brechas de desigualdad, sino todo lo contrario, y las consecuencias llegan inevitablemente a quienes gobiernan, aunque en el corto plazo puedan administrarse, más temprano que tarde terminaran por convertirse en monstruos de mil cabezas.
Pierden quienes pensando distinto, porque teniendo la voluntad para construir acuerdos y avanzar en propósitos comunes y urgentes para el país, son incluidos en la lista de enemigos o personas que deben ignorarse.
Todas estas voluntades, sinergias y experiencias se diluyen aunque beneficien a la población, pues son clasificadas como amenazas. Lo que lleva a que el gran perdedor sea México, porque sin unidad y cohesión real se va perdiendo la esperanza y la motivación indispensable para crecer, construir, transformar, para ser solidarios y capaces de mirar a todos como parte de una misma nación, de un proyecto común.
La polarización desgasta de manera visible e invisible, porque siembra resentimiento y distancias, destruye la mejor parte de todo y puede significar que varias generaciones superen el odio.
Cada palabra, cada acción, cada decisión suma o resta cada día. Si suma a la división restará para la mayoría, pero si suma para reencontrar y trabajar conjuntamente, entonces aun con las dificultades propias del camino, se volverán a mirar como parte de un todo y no como aquellos que deben aniquilarse al costo que sea.











