En un barrio de la periferia de Ciudad Juárez, Chihuahua, lejos de su tierra nativa, unas 150 familias rarámuris -conocidas comúnmente como tarahumaras-, luchan por sobrevivir conservando sus raíces ancestrales.
Hace unos 23 años dejaron la Sierra Tarahumara para ir en busca de servicios, debido a que la fuerte sequía y después las heladas terminaron con sus cultivos y animales.
En esta ciudad fronteriza fundaron la colonia Tarahumara, cambiaron sus casas en los altos cerros escarpados y profundos desfiladeros por humildes viviendas, construidas en su mayoría, con bloques de cemento, adobe y láminas, así como vallas hechas de palés de madera.
La mayoría de los hombres se dedica a la construcción o mendicidad, mientras las mujeres, ataviadas con faldas coloridas, cuidan de los hijos.
En la lucha por mantener sus creencias religiosas, en fechas como Semana Santa danzan para orar y mantener su espiritualidad; bailan en honor a sus muertos y para agradecer bendiciones o alejar los maleficios, así como para evitar las enfermedades, el sufrimiento y la tragedia.
Se busca que sean los jóvenes y niños quienes aprendan las tradiciones, para que éstas no se pierdan.
En Ciudad Juárez, con sus 1.5 millones de habitantes según datos del Inegi, los rarámuris -palabra que en su idioma significa “corredores a pie”- son una minoría, que todavía resiente la discriminación de sus vecinos, en esta urbe industrializada.