Nueva York vive una nueva edición de la Asamblea General de la ONU y, en ese marco, la agenda de salud ha sido discutida en la Cumbre de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, así como en las reuniones de alto nivel sobre preparación y respuesta frente a pandemias, cobertura universal y tuberculosis.
En cuanto a la Cumbre, se habilitó un espacio de reflexión sobre los avances alcanzados entorno a los 17 Objetivos del Desarrollo. En ellos, los retos persisten: estamos lejos de conquistar la meta de “no dejar a nadie atrás” y la desigualdad está en crecimiento.
Recordemos que el tercer objetivo de la Agenda 2030 es salud. Y a pesar de que no contó con un rol primordial en la declaración política de esta Cumbre, resulta imposible imaginar alguna condición de bienestar sin la misma.
La realidad es dolorosa para millones de familias: cuatro mil millones de personas no tienen acceso a servicios esenciales de salud, mientras dos mil millones más deben destinar parte significativa de su ingreso para pagarlos. Esa es la magnitud del problema a solucionar.
La declaración política adoptada presenta avances importantes en materia de salud mental y en la protección de las mujeres trabajadoras del sector salud. Sin embargo, la búsqueda de consensos dejó fuera otros temas tan relevantes como la erradicación de la corrupción y rendición de cuentas.
El trabajo sustantivo empieza ahora: ¿cómo traducir los acuerdos globales en realidades tangibles para la gente? ¿Cómo construir y fortalecer sistemas de salud que coloquen a las personas al centro de las decisiones?
La legislación, asignaciones presupuestales, políticas públicas, trabajo comunitario y participación social deben enfocarse en garantizar el acceso universal a servicios de salud de calidad, teniendo como base la atención primaria que prevenga enfermedades a tiempo —por ejemplo, 90 % de las muertes por cáncer cervicouterino pueden evitarse por detección temprana y prevención—, por igual que se cuente con personal y tratamiento suficiente.
Un sistema de salud universal eficiente permitiría también recobrar la confianza de la gente y reconstruir el tejido social.
Uno de los retos más importantes hacia delante será la implementación de estos acuerdos, pero también la rendición de cuentas que lleve a evaluar los resultados. Una adecuada rendición de cuentas generará información precisa que permita tomar mejores decisiones, utilizar el presupuesto con mayor eficiencia, monitorear la calidad de la atención y la seguridad de los pacientes.
La rendición de cuentas no puede verse como una amenaza política, es lo contrario. La información precisa y a tiempo salva vidas, optimiza los recursos públicos e incluso, podría prevenir otra pandemia.
Es indispensable generar las rutas de implementación y los parámetros objetivos que nos permitan evaluar los avances en la lucha por alcanzar la cobertura universal de salud. No podemos seguir en la inercia mientras la mitad del planeta continúa viviendo marginación, injusticia y tragedia. Espero que nuestros gobiernos elijan ser la generación que salva vidas y protege derechos humanos. No puede posponerse la determinación política ni podemos equivocar la ruta.