Servidumbre por deudas, una realidad en Camboya

Desde hace 20 años Camboya está viviendo un período de fuerte crecimiento económico y, en consecuencia, un auge en el sector de la construcción. Esta situación se da en todo el país, pero sobre todo en la capital, Phnom Penh, que parece que está toda en obras.

El mundo de la construcción requiere ladrillos en grandes cantidades y hay una floreciente producción nacional siempre lista para satisfacer la demanda.

Los propietarios de estas fábricas de construcción, haciendo caso omiso de los derechos más básicos de sus trabajadores, contribuyen a la propagación de dos graves lacras sociales: la servidumbre por deudas y el trabajo infantil.

Y aunque existe una legislación clara contra ambos fenómenos, con penas muy severas, las fuerzas del orden siempre hacen la vista gorda para ayudar a los dueños de las empresas.

LICADHO es una ONG camboyana que lucha por la protección y la promoción de los derechos civiles, políticos, económicos y sociales. En diciembre de 2016 publicó el informe “Construido sobre la esclavitud: la servidumbre por deudas y el trabajo infantil en las fábricas de ladrillos de Camboya”.

Este estudio, realizado entre junio y agosto del mismo año, analiza los resultados de las entrevistas realizadas a una muestra de 50 personas entre adultos y niños empleados en varias empresas distribuidas por todo el país. Los resultados de la investigación son alarmantes.

La servidumbre por deudas es un estatus que se crea cuando a un trabajador se le piden prestaciones para pagar una deuda, una forma de esclavitud contemporánea, según las Naciones Unidas.

“Normalmente -según el documento de LICHADO- los trabajadores forzados reciben un salario miserable que a menudo los obliga a seguir endeudados, lo que hace imposible extinguir la deuda. Debido a su vínculo con el deudor, están sujetos a la explotación y se ven obligados a trabajar en condiciones brutales y peligrosas”.

Las deudas de las personas entrevistadas por el personal de LICADHO oscilaban entre los mil y los seis mil dólares. Se endeudan para comprar medicinas o, simplemente, comida.

La primera deuda se contrae con un banco y, una vez se dan cuenta de que no la pueden saldar, pasan al propietario de la fábrica, que exige su pago en forma de prestación laboral.

Una opción que parece conveniente, ya que el propietario no pide intereses y ofrece a sus empleados alojamiento dentro de la fábrica..

En la carretera nacional 5 y en la 6 en los suburbios del norte de Phnom Penh, LICADHO ha contado 131 fábricas, distribuidas en una decena de sitios. Todas son visibles desde ambas vías.

Varían en tamaño y en número de familias empleadas, pero la estructura es siempre la misma: una cantera de arcilla donde las grúas no paran ni un momento; hornos con luces siempre encendidas; rodillos en los que se corta la arcilla moldeada.

“No hay contratos de trabajo -continúa el estudio LICADHO-, y el único documento escrito entre el propietario de la fábrica y el trabajador es el relacionado con la deuda”.

El trabajador no percibe ningún salario, sino que se le paga en función de la cantidad de ladrillos cortados, puestos a secar o transportados. Por lo general, la jornada de trabajo comienza a las seis de la mañana y se interrumpe a las 11 para el almuerzo; luego se vuelve a las 13 y termina a las 17.

El artículo 12 de la Constitución de Camboya penaliza la servidumbre por deudas y establece penas de hasta 20 años de prisión, pero en el sector del ladrillo nunca se ha aplicado.

En 2005 el gobierno de Camboya ratificó el Convenio número 182 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que establece “la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil” y que considera la servidumbre por deudas “una de los peores formas de trabajo infantil”.

Dice que “es difícil determinar el número de menores empleados, porque las autoridades niegan que el fenómeno exista y porque los acuerdos son solo verbales”.

Los menores trabajan en todas las etapas del proceso de producción del ladrillo, con pagas incluso más bajas que las de los adultos, a pesar de llevar a cabo las mismas tareas. Lo que ganan se lo dan a sus familias.