¿Sindicalismo moderno?

¿Sindicalismo moderno?

En los últimos años el discurso del sindicalismo moderno se ha presentado como una alternativa ética y atractiva, prometiendo armonía laboral, productividad, honestidad y representatividad.

Sin embargo, esta narrativa contrasta drásticamente con las denuncias públicas serias en varios estados del país, donde persisten prácticas antiguas y perjudiciales como la presión, el chantaje, cobros ilegales disfrazados de cuotas sindicales, control de precios e intimidación.

A pesar de que se ha insistido en que el sindicalismo moderno surgió para fomentar la confianza entre empresarios, trabajadores y gobierno, estas prácticas generan dudas.

No se puede hablar de innovación sindical cuando se reproducen modelos de control y violencia, ni armonizar los factores productivos con el cobro de piso y la extorsión.

La productividad de empresarios y trabajadores se ve comprometida cuando operan bajo el temor. Tampoco se puede hablar de honestidad cuando se apropian ilegalmente de obras públicas y privadas, ni de productividad cuando las inversiones son obstaculizadas por amenazas.

Los casos generalizados de extorsión y cobro de piso en el país sugieren que se está frente a estructuras criminales, disfrazadas de modelo sindical, que confunden la fuerza y la intimidación con la representatividad y la armonía.

Esto está generando lo opuesto a su legítimo objeto social, usurpando funciones ajenas, devastando el sector productivo y creando un clima de incertidumbre que dista mucho de la supuesta modernidad.

Un sindicalismo verdaderamente moderno se fortalece con la afiliación libre e informada, la rendición de cuentas y negociaciones de buena fe.

Si el sindicalismo moderno pretendía ser la antítesis del sindicalismo corporativo tradicional, sus prácticas actuales revelan una versión aún más deteriorada.

Por lo tanto, lo que está en juego no es solo el futuro del movimiento obrero y la credibilidad de los gremios sindicales, sino también la confianza en que las palabras “moderno” y “transformación” signifiquen algo diferente a lo que ya conocemos.

Porque si el sindicalismo moderno implica cobrar piso, extorsionar e infundir miedo, entonces no es moderno; es la misma historia de siempre, pero con un logotipo diferente.