Telar de cintura, una tradición prehispánica
La nieta de Angélica aprende a hacer telares e hilados de diferentes estilos. El Universal

En los nueve meses que tarda una tejedora en elaborar una prenda, ve las hojas que caen en el otoño, cómo se secan los árboles en invierno y baja la temperatura; disfruta de las mariposas y las flores de primavera y de los paisajes multicolores: verdes, azules y rosas plasmados en sus huipiles que forman pasando hilos miles de veces.

Al municipio de la Costa Chica de Guerrero lo caracterizan sus mujeres tejedoras con telar de cintura, que a veces invierten el mismo tiempo en hacer un huipil o una blusa, que en tener un bebé: nueve meses de trabajo, que significan, cuando son muy bien remunerados, 9 mil pesos; aunque el precio es lo de menos porque ello significa también su identidad cultural.

En el patio de Angélica del Rosario Gómez, una mujer amuzga de 50 años, que lleva 35 tejiendo en telar, hay árboles pequeños de limón, café y parotas para sembrar, unas margaritas silvestres y un árbol que divide su cocina de las sillas dispuestas para sus nietas: Ayleen, de 4 años, y Evelyn, de 6, en las que les enseña a tejer; huele a huevo con chile y epazote, con tortillas hechas de maíz. El día comienza.

Evelyn comparte que lo que más le gusta de formar el lienzo son las flores y le gusta combinar colores. La niña se amarra su telar de 30 centímetros de ancho a la cintura y con un palo, llamado machete, que coloca en medio de la selección de hilos previamente alineados, va “machucando”, “apretando”, para que su blusa quede bonita y bien formada. Dice que puede pasar sentada hasta tres horas.

El pueblo amuzgo es el de los hilados, aquí en Suljaa’ —como se conoce a Xochistlahuaca, llanura de flores, en su lengua materna el ñomndaa— hay 103 comunidades y más de 30 mil habitantes, poco más de la mitad son mujeres dedicadas a escribir sus días hilando. De comunidades como Guadalupe Victoria y Cozoyoapán, varias acuden a la casa de doña Angélica para vender sus prendas. Ella forma parte de la cooperativa La Orquídea, una red de mujeres tejedoras.

Angélica dice que el trabajo de las mujeres en su pueblo es mucho más laborioso que el de los hombres, aunque se considera igual que ellos y siente que hay más respeto que antes; ella tiene que hacer el almuerzo, preparar a los niños para ir a la escuela, lavar, planchar e ir al mercado, además de pasar horas en el telar, lo que provoca dolores intensos en la cintura y la cadera.

Les enseña a sus nietas para que la vestimenta de sus antepasados no deje de ser una gala en su municipio, donde nació Victorina López Hilario, quien obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2015 en la categoría Artes y Tradiciones Populares.

Angélica les prepara morisqueta con plátano cuando las niñas se sientan a elaborar cucarachas de agua, guías de calabaza y de nanche.