El 19 de septiembre de 1985 marcó un hito para quienes vivimos y recordamos esos días de pánico, de dolor, de caos, de impotencia, de pérdidas y también de solidaridad y esperanza. Los terremotos del 19 y 20 de septiembre son fechas que la mayoría de las y los mexicanos hoy todavía recordamos; sabemos con certeza dónde estábamos y qué habíamos hecho durante esos pavorosos días.
El valle de México, una de las ciudades más pobladas del mundo, vivió entre polvo y muerte. El sismo del 85 nos puso a prueba como seres humanos pero también a las instituciones que aún no podían creer la magnitud del daño. Aún cuando el gobierno federal hizo oficial 6 mil defunciones, cifras no oficiales estimaron un número de muertos no menor a 10 mil.
La valoración de daños aportó que en conjunto fueron dañados 5,728 inmuebles privados y públicos. La infraestructura de salud también colapsó, en esos edificios fallecieron pacientes, familiares y nuestro personal de salud. La torre de 11 pisos del hospital Juárez se desplomó, al igual que el Centro Médico Nacional del IMSS donde se perdieron 2600 camas, así como el Hospital General de México el cuál sufrió daños y la sustracción temporal de 1300 camas. El Parque Delta, campo de beisbol del Seguro Social se convirtió en la morgue más grande de la que se tenga conocimiento.
Hoy se cumplen 30 años del terremoto de 1985, que demostró que ante los desastres naturales además de la solidaridad, se requieren verdaderos esfuerzos coordinados. Afortunadamente, México aprendió la lección.