Tiempos complejos

Regionalmente hablando hace unos días se llevó a cabo en México la X Cumbre de Líderes de América del Norte. Los acuerdos alcanzados se enfocan en el fortalecimiento del bloque comercial más grande del mundo, pero el hilo conductor de la reunión fue, sin duda, el control de la migración irregular y el combate a la violencia generada por el narcotráfico.

Se está en un buen momento de entendimiento entre los tres países de la región, pero también existe el riesgo de apartarse y polarizarse: las elecciones presidenciales que tendrán lugar en México y Estados Unidos en 2024, junto con las políticas antimigratorias que el Congreso estadounidense aprobó, vaticinan que los acuerdos presentes pueden ser el combustible político que se convierta en la bandera electoral de quienes busquen alcanzar la presidencia en el país vecino.

Nacionalmente: Antonio Gramsci escribió que “las crisis consisten precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer”. En esa etapa, conocida como interregno, el país se sitúa en la actualidad.

Para México este puede ser el mejor de los tiempos, porque finalmente se cuenta con un gobierno legítimo y democráticamente electo. Sin embargo, también se está ante el peligro de que el rumbo se pierda, debido a la polarización que proviene tanto de fuerzas externas como de internas al movimiento que hoy rige en el país; así lo muestran los acontecimientos nacionales con que inició el 2023.

Localmente: este año elegirán a sus gobernantes el Estado de México —considerado el laboratorio electoral nacional— y Coahuila. Actualmente, Morena y aliados gobiernan 22 entidades federativas, y el proceso comicial de 2023 podría aumentar la cifra a 24, es decir, el 75 por ciento de los estados del país.

Se trata de un momento sin precedente para la izquierda mexicana, que contrasta con las dificultades y complejidades que los ejecutivos locales enfrentan para poder gobernar en momentos de dificultades económicas, sociales y políticas.

Como ejemplo, están los accidentes ocurridos en el Metro de la Ciudad de México, las consecuencias del combate a la violencia y delincuencia que diversas administraciones estatales enfrentan y la aplicación de presupuestos que resultan escasos para solventar las problemáticas de las entidades federativas.

Todo esto sucede en el contexto político propio de 2023. En diciembre, los partidos y las coaliciones que se formen elegirán a sus respectivos candidatos o candidatas a la Presidencia de la República. El proceso aún no inicia y, sin embargo, ya presenta lo que se puede convertir en vicios y faltas a la Constitución: la presencia de espectaculares y bardas que promocionan la imagen de aspirantes conforman una campaña que, además de adelantada y riesgosa para el Estado de derecho, representa un riesgo para el proceso de consolidación democrática que se está llevando a cabo en el país.

Por el bien de México, este proceso se tiene que alejar de la ilegalidad y de la polarización, y acercarse a la reconciliación. Debe permitir a la ilusión imponerse al pesimismo; a la congruencia, frente a la necedad, y a la paz, delante de la violencia. En todas y todos está, especialmente en la clase gobernante, dar paso al mejor de los tiempos, a la primavera de la esperanza.