Un patín de madera soporta la economía de un pueblo

Desde hace más de 40 años, en el este de la República Democrática del Congo (RDC) el pilar de la economía local es un particular monopatín de madera.

Con él se pueden transportar todo tipo de objetos de manera relativamente rápida y a bajo costo. La prestancia física y la experiencia son requisitos necesarios para poder conducirlo. Se llama “chikudu”, y “chikuder” es el nombre de quien lo conduce.

Hay muchas dudas sobre los orígenes del chikudu. Los ancianos de Goma, la capital de la provincia oriental de Kivu del Norte, aseguran que apareció en la zona pocos años después del final del imperio colonial belga, en la década de los 60.

La leyenda dice que los carpinteros y herreros, inspirándose en las bicicletas y motocicletas importadas por los hombres del rey Leopoldo II de Bélgica, crearon un medio más acorde con las necesidades comerciales del lugar.

El chikudu mide unos dos metros de longitud. Su estructura, extremadamente robusta, está hecha de madera de eucalipto. Las ruedas, también de madera, están cubiertas con una capa de plástico hecha de neumáticos viejos.

Un eje que hace de plataforma conecta la rueda delantera con la trasera. De la rueda delantera surge un eje motor, también de madera, que se inserta en el manillar, cuya forma recuerda a los cuernos de un búfalo. Cuenta con una correa, pegada al eje, en la que se coloca la rodilla.

Los modelos más sofisticados tienen amortiguadores sobre la rueda delantera. Una de las fases más críticas para el chikuder es el momento del frenado.

Cuando el chikudu toma velocidad y va muy cargado, ralentizarlo no es tarea sencilla. El freno, que se acciona con el pie, no es más que un trozo de neumático pegado a la plataforma que se curva sobre la rueda trasera.

La vida media de un chikudu es de dos o tres años. El precio medio de uno nuevo es de alrededor de 100 dólares, una suma considerada más que honesta si tenemos en cuenta que el coste de los materiales de construcción es de aproximadamente 60 dólares.

“Fue la mejor inversión de mi vida -dice Didier Sibomona, de 24 años-, porque gracias al chikudu pude casarme con mi esposa y comprar un pequeño terreno y tres cabras. Pero no es un trabajo que pueda hacer todo el mundo. Tienes que ser fuerte, estar entrenado, no debes tener miedo al tráfico”.

Las frutas y verduras que se encuentran en Goma, el principal mercado regional, provienen de los montes de Virunga. Los separa un viaje de ida y vuelta de unos 30 kilómetros.

Antiguamente, cuando la mercancía se transportaba en carretillas, se podía tardar incluso tres días para cubrir esta ruta. Con el chikudu, en cambio, se tarda solo un día.