Universidades ¿con recursos propios?

Las universidades públicas fueron alcanzadas desde hace varios años por la austeridad republicana, mucho antes de la llegada del modelo de la 4T. En términos reales, su presupuesto ha disminuido y no se percibe un cambio de rumbo para los próximos años.

No obstante, las universidades continúan realizando las tres funciones sustantivas: docencia, investigación y difusión de la cultura, sosteniendo la dinámica de creación de conocimiento científico, tecnológico, humanístico y cultural.

Esto plantea una encrucijada. Se puede seguir añorando que algún día, algún año, ese presupuesto sea mayor. O se puede imaginar un poco diferente el rol que debe jugar, en particular, la tercera función de las universidades públicas para hacerse de recursos propios y al mismo tiempo coadyuvar a la solución de las múltiples necesidades de la sociedad mexicana.

Se está en un momento crucial para reflexionar sobre el futuro universitario, se aletarga la agonía por la escasez de recursos o se busca la renovación y adaptación. Por instinto evolutivo ocurrirá lo segundo, la pregunta es cuándo y cómo.

Se puede iniciar imaginando y modelando una universidad que “movilice” el conocimiento con una perspectiva más pragmática y que le permita generar recursos propios.

Hay un espacio de posibilidades pues gran parte (alrededor de dos terceras partes) de lo poco que se invierte en este país en investigación y desarrollo experimental (0.3 % con respecto al PIB) se concentra en las universidades y otras organizaciones del sector público, pero no se “moviliza” lo suficiente para resolver las necesidades sociales y generar recursos.

Desafortunadamente, las formas de vinculación entre las universidades y las organizaciones (productivas, sociales y públicas) o la formación de redes académicas alrededor de objetivos comunes son muy limitadas, no por falta de voluntad o ingenio de la comunidad académica, pues ejemplos hay en todas o en casi todas las universidades, pero en general no tienen una lógica de generación de recursos.

Las buenas prácticas no se han institucionalizado como para asegurar que se ha implementado otros modelos que respondan a esas necesidades sociales y que al mismo tiempo permita generar recursos propios suficientes y de manera sostenida.

Si la sociedad necesita soluciones y las universidades han creado conocimientos que aportan a posibles soluciones, una propuesta es movilizar ese conocimiento que generan y modelar una universidad emprendedora que potencialice y superponga la creación de valor social sobre el valor comercial.

De ninguna manera se plantea restarle responsabilidad al Estado de invertir en educación pública (al menos 5 % del PIB) y en ciencia y tecnología (al menos 1 % del PIB), estas demandas legitimas deben ser cumplidas y aumentadas. Pero lo que logren hacer las universidades ahora podrá determinar su futuro sostenible en el largo plazo. Se requiere imaginar e implementar nuevos modelos de universidad pública en plena sintonía con la posibilidad de coadyuvar a la solución de las diversas necesidades sociales y la generación de valor social. Más vale hacerlo pronto.