Urge una cultura de prevención

México vive hoy una tragedia, una de las más grandes y dolorosas, provocada por un fenómeno natural. Acapulco y los acapulqueños la están pasando muy mal y necesitan de todos.

La historia se repite. Por enésima ocasión, el Gobierno Federal enfrenta el reto de atender desastres naturales que, por su magnitud, rebasan por completo las capacidades de respuesta de cualquier autoridad local. La magnitud de los daños en Acapulco hará necesario destinar una gran cantidad de recursos de inmediato.

Lo que se está viendo en la actualidad no son ya fenómenos inusuales. Según la comunidad científica, el cambio climático está y seguirá generando un incremento en la intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, y, esto, definitivamente, no es una buena noticia para México.

Los ejemplos están a la vista. Este año ha sido el más caluroso de la historia. Las altas temperaturas influyeron para aumentar la rapidez con que se desarrolló Otis. Los gobiernos no informaron a tiempo a fin de salvaguardar la seguridad de los acapulqueños.

Por eso es necesario revisar y fortalecer permanentemente la cultura de protección civil. La falta de infraestructura adecuada para atender estos fenómenos debe atenderse con una visión de largo plazo y debe involucrar a instancias estatales y municipales como las primeras obligadas a responder a las necesidades de la gente.

Y, desde luego, debe fortalecerse al máximo las capacidades de respuesta del Gobierno Federal para atender las contingencias. Si de algo se puede estar seguros, es de que las contingencias se van a seguir presentando.

Han pasado ya más de 38 años desde que México vivió el peor desastre natural de su historia moderna, los sismos de 1985. Por lo que se está viviendo, lo acontecido en Acapulco la semana pasada, es, probablemente, la mayor tragedia en el país posterior a la del 85, y va a requerir de la solidaridad de todos los mexicanos.

Hay confianza de que, así como lo pudo hacer después del paso de Paulina en el año 97, con el apoyo de todos, Acapulco se volverá a poner de pie y recuperará todo su esplendor. Pero es indispensable no cerrar los ojos a lo que está ocurriendo con el cambio climático.

No se debe esperar a sufrir otras tragedias para darse cuenta de que se tiene que hacer mucho para prevenir y responder ante los retos que la naturaleza seguirá planteando en los años por venir.