Vecinos distantes

Cuesta imaginar en la historia moderna de México y Estados Unidos a dos presidentes más distintos que Andrés Manuel López Obrador y Joseph R. Biden. Su visión del presente y futuro no podría ser más opuesta. Basta examinar sus prioridades. Una de las pocas cosas que comparten es su perseverancia política: hicieron campaña por la presidencia y fueron elegidos en su tercer intento. Difieren en fondo y forma. En 30 años de trayectoria política, López Obrador ha sido una figura polarizante, de discurso divisivo. En 50 años de servicio público, Biden ha sido un político empático, conciliador.

No obstante las fortalezas y desafíos de los dos países, hay temas en que los presidentes difieren, total o parcialmente, que definirán la relación bilateral en los próximos cuatro años. Migración, narcotráfico, comercio, sector privado, responsabilidad internacional y el papel de las instituciones independientes, especialmente organismos autónomos, organizaciones sociales y medios de comunicación. Las discrepancias son más pronunciadas en cómo abordan la pandemia, la ciencia y el medio ambiente.

La pérdida de vidas humanas y el impacto en los sistemas financieros de los dos países por el covid-19 son devastadores. De 3 millones de muertes en el mundo, 600 mil son en Estados Unidos y 218 mil en México.

Distanciándose de la vergonzosa manera en que su antecesor manejó la pandemia, Biden aumentó las pruebas del coronavirus, promovió el cubrebocas y tomó decisiones basadas en ciencia. En sus primeros 100 días se aplicaron 220 millones de vacunas. Apoyó económicamente a estados, municipios, pequeños negocios.

La situación en México es muy diferente. Se minimizó la pandemia, ignoró la evidencia científica de su gravedad, no se aumentaron sustancialmente las pruebas, se desincentivó el uso del cubrebocas. Al 3 de mayo, sólo 12 millones de mexicanos habían sido vacunados. Los apoyos económicos a los más necesitados y pequeñas empresas han sido magros.

El presidente Biden refrendó su compromiso con la ciencia y propuso triplicar su presupuesto en 2022, de 0.7% del PIB a casi 2%. En México, en 2021 la Cámara de Diputados destinó sólo 0.38% del PIB a ciencia, tecnología e innovación.

El presidente Biden detuvo la explotación de petróleo y gas en tierras públicas, se comprometió a proteger 30% de tierras y mares y a reducir 50% las emisiones de gases invernadero para 2030. Propuso al Congreso invertir 1.7 billones de dólares contra el calentamiento global y 2 billones en infraestructura para transitar de combustibles fósiles a energías limpias.

El ambiente no es prioridad del presidente López Obrador. Las agencias ambientales federales (Conabio, Conanp, Conafor, Conagua, Inecc, Profepa) prácticamente se han desmantelado y sus presupuestos son exiguos. Al cuestionado programa Sembrando Vida le asignaron $24 mil 537 millones en 2021 y a la Conanp (responsable de conservar la biodiversidad en 91 millones de hectáreas terrestres y marinas) sólo $866 millones. Se privilegian megaproyectos cuestionados por los daños ambientales que causarán: el Tren Maya ($36 mil 288 millones) y la Refinería de Dos Bocas ($45 mil 50 millones). 11.6% del presupuesto es para producir hidrocarburos, sólo 1.1% para enfrentar el cambio climático. Se incumplirá los compromisos del Acuerdo de París. Pero aún se está a tiempo de corregir el rumbo: tal vez los mexicanos decidan votar este 6 de junio por candidatos comprometidos a cuidar los recursos naturales.

Se espera que los presidentes López Obrador y Biden superarán sus diferencias —por lo menos en medio ambiente, cambio climático, el papel crucial de la ciencia. La humanidad enfrenta desafíos sin precedentes y una alianza entre México y Estados Unidos enviaría un poderoso mensaje de esperanza al mundo. Un mensaje de que aun vecinos tan distantes pueden sumar esfuerzos por el bien común.