El sábado 19 de octubre comenzó un capítulo oscuro. Liliana “N”, una niña de tan solo 12 años, desapareció mientras realizaba su habitual labor de vender productos regionales en la capital chiapaneca. Nadie imaginaba entonces la magnitud de la tragedia que se avecinaba.
Las calles, familiares y vecinos se llenaron de esperanza y angustia, buscando alguna pista que los llevara a encontrarla. Sin embargo, los días avanzaban sin respuesta, y la inacción de las autoridades acrecentaba la desesperación.
Liliana “N” fue vista por última vez el sábado, y desde entonces su familia inició una búsqueda desesperada. Colocaron fichas con su fotografía en cada esquina, tocaron puertas y recabaron información.
A pesar de sus esfuerzos, no había señales de la pequeña, y la incertidumbre comenzó a inundar el ambiente. El apoyo de activistas locales se hizo presente rápidamente, intensificando la visibilidad del caso. Mientras la angustia de la familia crecía, la comunidad también comenzaba a movilizarse.
El miércoles 23 de octubre, la espera llegó a su fin, pero con el peor de los desenlaces. La Fiscalía contra la Desaparición Forzada de Personas y la Policía de Investigación ejecutaron un cateo en el barrio Colón, en la 7.ª Norte entre 4.ª y 5.ª Poniente de Tuxtla Gutiérrez, luego de obtener una orden judicial.
Era una tarde fresca cuando las autoridades ingresaron a uno de los domicilios sospechosos. Alrededor de las 14:20 horas, tras remover la tierra en el patio trasero encontraron el cuerpo de Liliana.
La pequeña fue hallada desnuda, con una herida mortal en el cuello y múltiples signos de violencia. Había sido asesinada y enterrada en una fosa improvisada. La tragedia se hizo palpable cuando el cadáver fue retirado a las 20:45 horas, en medio de un ambiente de horror e impotencia.
Los vecinos y colectivos, que habían mantenido encendida la llama de la esperanza, ahora encendían veladoras en su memoria, en un acto de solidaridad y duelo. Las cruces se clavaron en la tierra, y los rezos rompieron el silencio de la noche hasta la medianoche.
Al día siguiente, el jueves, la Fiscalía General del Estado, junto con Protección Civil y un perro rastreador, volvió al domicilio en busca de más víctimas. Se especulaba que podrían encontrar otros cuerpos enterrados en la misma vivienda, pero tras realizar excavaciones durante horas, extraoficialmente se dijo que no hallaron más restos.
El mismo jueves, a las 15:00 horas, la familia de Liliana la despidió con dolor en el panteón municipal de Berriozábal. La pequeña, que en vida fue un faro de alegría para su familia, ahora descansaba en paz.
La procesión fúnebre avanzó lenta, marcada por la tristeza de un pueblo que perdió no solo a una niña, sino también una parte de su inocencia.
En medio de la conmoción, la Fiscalía General del Estado lanzó una ficha de búsqueda contra Víctor José Carrera Mayor, señalado como el principal sospechoso del feminicidio.
La recompensa de medio millón de pesos ofrecida por información que pueda llevar a su captura, no borrará el dolor, pero la comunidad espera que, al menos, haya justicia para Liliana.
Este es otro recordatorio doloroso de la ola de violencia contra las mujeres en México, donde los casos de feminicidio continúan marcando el destino de muchas familias. Mientras las veladoras aún arden en memoria de Liliana, la exigencia de justicia se hace más fuerte que nunca.