Don Rafael requiere una silla de ruedas

Tras haber sufrido un accidente que lo dejó sin movilidad e imposibilitado para laborar, don Rafael García Arroyo, de 83 años de edad, vive de la caridad de la gente.

Todos los días se traslada de su vivienda en la zona Sur Poniente para pedir una moneda en el centro de Tuxtla.

Siempre con buen sentido del humor, el hombre bajo de estatura, pelo completamente cano, padre de familia y abuelo, refiere que en sus buenos años fue albañil, agarraba obras grandes y hasta los 77 años continuaba trabajando.

“Me caí cuando estaba trabajando sobre un andamio de seis metros, estoy vivo pero no puedo caminar, no me gusta estar así porque me gusta trabajar, no importa de lo que sea, toda mi vida trabajé”, manifiesta.

En la entrevista lamenta que a pesar de su oficio y azares del destino, no se ha podido hacer de una casa, motivo por el cual desde hace cuatro años se ha visto en la necesidad de buscarse un sustento.

Reconoce que en un momento le fue complicado salir a pedir la moneda, “fue vergonzoso, sin embargo no lo hice porque no quiera trabajar, mi espalda y columna está fracturada; yo quisiera estar allá en la obra, trabajando, ganando mi paga, pero no se puede”.

Refiere que no ha sido abandonado por su familia ni por sus hijos, pero sabe de las necesidades que existen en un hogar, por ello todos los días a las ocho de la mañana toma el transporte que es habilitado para personas como él que no pueden caminar.

“Vengo siempre al centro, acá me pongo, esperando que la gente me brinde ayuda, me regalan un taco, una moneda; hay buenos empresarios también que me dejan estar cerca de las entradas de sus negocios para que no me pegue directamente el sol”, dice.

El hombre detalla que son 20 minutos los que tarda para llegar al centro desde su casa localizada en el fraccionamiento Primavera, en ocasiones acompañado de su hija.

Con coraje y falta de aceptación, don Rafael expone ante la cámara que llegó a ser de los buenos albañiles, “pero ahora no soy nada, no puedo moverme, tengo que estar en esta silla de ruedas”.

A pesar de ello y gracias a un largo caminar como maestro de obras, conoció mucha gente que ahora cuando lo encuentran sobre la primera Poniente, entre avenida Central y primera Sur (donde se localiza diariamente) le dan un apoyo, así como palabras de aliento, ya que saben que el hombre en verdad ha caído en desgracia.

García Arroyo comenta que requiere una silla de ruedas, “la que tengo está muy acabada, no sirve el freno ni los posapiés, los posabrazos ya están flojos, los he tenido que pegar con cinta”.

“No he pedido ayuda antes, me he ganado el sustento para llevar a casa de esta manera desde hace cuatro años, pero mi silla de ruedas ya no sirve, me cuesta trabajo moverme”, afirma.

Como buen hombre de casa, a pesar de su condición sabe que no debe darse por vencido, “tengo que llevar el gasto a mi casa, mi esposa también necesita sus cosas”.

Reconoce que por este motivo no tuvo tiempo para dejarse caer y no lo hará el tiempo que le quede de vida, ya que todavía existen personas que dependen de él.

Por ello, hace un llamado a la población para que le tienda la mano con una silla de ruedas, su medio de transporte que requiere para ganarse el sustento diario.

“El pan lo puedo ganar yo, necesito otra silla, en la que tengo me cuesta desplazarme, ya no puedo colocar mis pies y se van arrastrando, además el freno lo tengo amarrado con un lazo”, expresa.

En este sentido, dice que las personas de buen corazón que puedan apoyarlo lo pueden hacer directamente en su domicilio localizado sobre la 22 Sur, que es la calle Gladiolas número 233, entre Nardo y Lirio.

También pueden hacerlo directamente a su persona, donde todos los días arriba para ganarse la vida en el corazón de la capital chiapaneca, a la intemperie como por muchos años lo hizo trabajando en la albañilería.

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El apoyo puede ser directamente en su domicilio localizado sobre la 22 Sur, que es la calle Gladiolas número 233, entre Nardo y Lirio.