Noche de desenfreno termina en percance
Los hombres estaban inconscientes por los influjos del alcohol. Cortesía

Era una noche cálida en el municipio de Arriaga, donde la tranquilidad de la carretera La Gloria-La Azteca solo era interrumpida por el paso de vehículos dispersos.

En medio de la oscuridad, dos figuras tambaleantes salieron de La Jarra, un conocido lugar donde muchos buscan olvidar las penas con alcohol. A estas horas, la música ya no sonaba y los pocos clientes que quedaban se desvanecían en la penumbra.

Entre ellos, destacaban dos adultos que habían pasado la noche bebiendo sin parar, apodados por los lugareños como “El Bailongo” y su compañero, ambos notablemente embriagados.

Al cerrar el local, los dos amigos decidieron que era momento de regresar a casa. “El Bailongo” subió a su motocicleta junto con su acompañante, quien apenas podía mantenerse en pie.

La motocicleta se tambaleaba igual que ellos, con el rugido del motor rompiendo el silencio de la madrugada.

Apenas se adentraron en la carretera, los efectos del alcohol comenzaron a jugarles una mala pasada. El viento fresco de la noche apenas los mantenía despiertos, pero el cansancio y el exceso de bebida no perdonan.

Fue en un tramo solitario y oscuro cuando ocurrió lo inevitable: el sueño venció al “Bailongo”.

La moto, sin rumbo y sin control, se salió del camino y ambos cayeron en un pequeño barranco cubierto de matorrales. El impacto fue silencioso, sin un solo grito de por medio, como si el alcohol les hubiese anestesiado por completo los sentidos.

Pasaron varios minutos antes de que algunos automovilistas observaran la motocicleta volcada al borde de la vía. Los cuerpos del “Bailongo” y su amigo yacían inmóviles entre la maleza, roncando sonoramente, ajenos a la gravedad de su situación.

Los testigos, al ver la escena, no dudaron en llamar a las autoridades para que auxiliaran a los accidentados. Fue entonces cuando elementos de Protección Civil se movilizaron rápidamente hacia el lugar de los hechos.

Al llegar, el equipo de rescate encontró a los dos hombres inconscientes, pero vivos, sumidos en un sueño profundo y embriagador. Con cuidado, los levantaron de entre los arbustos y los trasladaron al hospital Juárez, donde recibirían la atención médica necesaria para recuperarse de aquella noche de desenfreno.

Mientras tanto, en el pueblo la noticia corría de boca en boca, como una advertencia más sobre los peligros de la imprudencia y el alcohol.

A la mañana siguiente, “El Bailongo” y su amigo despertarían no sólo con un fuerte dolor de cabeza, sino con la lección que la carretera les había dado: la irresponsabilidad tiene un precio, y esta vez, por suerte, solo había sido una noche en el hospital.