El poema es instante y esencia. Es la roca porosa que filtra lo cotidiano y lo indescifrable, es el canto que nace con palabras que nos rodean, asegura Ana Luísa Amaral (Lisboa, 1956), recién galardonada con el Premio Reina Sofía de Poesía, y quien trae a México la traducción de su poemario What’s in a Name, publicado por la editorial Sexto Piso.

“Más que perfume, la poesía es una esencia o lo que en lengua inglesa es el ‘attar’ (una fragancia esencial), ya que el perfume es una destilación, pero la poesía es la destilación de la destilación, y además coincido en que es algo que ha existido en todas las culturas y civilizaciones”, comentó en entrevista con Excélsior.

La poesía, abunda la autora, también es sustento y basta con pensar en quienes están en una prisión y escriben poemas, como lo hicieron en Guantánamo. “Recuerdo que hace años se publicó Poemas desde Guantánamo: los detenidos hablan, con los poemas de esos prisioneros que escribían en tazas de poliestireno, lo que revela esa necesidad primigenia de la palabra”, asegura.

Por ello, la versión original de What’s in a Name lleva en su portada una imagen de la Cueva de las Manos (ubicada en Argentina, con pinturas que datan del año 7350 a. C.), la cual es indescifrable, pero refleja trazos poéticos que un lector puede observar, aunque no comprenda. “La poesía tiene la capacidad de atravesar tiempos y espacios, pero cuando no entendemos una escritura, podemos apreciar la belleza poética del dibujo”, asevera.

Pasión y antigua

Para Amaral, la poesía está en todas partes, en las capas de una cebolla y en la huella de un mosquito aplastado. Incluso, asegura que lo cotidiano (como hacer el desayuno) no es algo banal sino más bien esencial, que solo es valorado cuando es aniquilado por la guerra.

“La guerra destruye los gestos de lo cotidiano que nos hacen un poco humanos. Pienso que existe una relación entre lo cotidiano, lo banal y lo metafísico, porque también ahí hay poemas como en ‘El exceso más perfecto’, que habla sobre poesía y ondas gravitacionales, que está entre lo metafísico, lo cósmico y lo cotidiano”, declaró.

“Todo puede ser puesto en la poesía. Todo es poetizable y cuando me siento a escribir un poema, puede ser que estoy cocinando y de pronto tengo un verso o dos y los escribo. Entonces, se quedan danzando en mi cabeza, aunque no tengo alguna clase de programa ni de objetivo. Es más, nunca he escrito con el diccionario o con la enciclopedia a mi lado. Y entonces vuelvo a William Blake, que nos pide ‘ver un mundo en un grano de arena, y el paraíso en una flor silvestre’, y pienso en valorar lo que aparentemente es minúsculo o muy pequeño”, añade.

Para Amaral, es interesante que cuando se amplían las imágenes captadas del cerebro humano y se comparan con una galaxia, son muy parecidas. “O cuando se amplían los átomos y se ponen al lado del universo... es casi lo mismo”, plantea. “A veces pienso que la poesía es como una radio portátil que capta la música y las palabras que nuestro oído no puede percibir; si lo hiciéramos, estaríamos locos”.

¿En qué momento sabe que su poema es publicable?, le preguntaron a la autora de más de veinte libros de poesía, teatro, novela y ensayo. “No lo sé. Es un misterio. Contestaría, tal vez, pensando en Emily Dickinson, que la poeta elige las palabras y las deja por ahí, después va a la filología y, cuando está casi por escoger alguna, surge una visión. Esa porción de visión es lo inexplicable y es el misterio de la poesía”, respondió.

Por último, habló de la traducción como oficio: “Para mí, la traducción de poesía es, antes de todo, un inmenso placer. Lo hago por pasión y no para ganar dinero. Claro, me paga mi editora, pero traduzco porque amo mi lengua, el portugués, y porque amo traducir”.