Este 1 de octubre, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo asumirá la Presidencia de la República Mexicana. La trascendencia de este hecho no reside solo en su figura personal, sino en lo que representa para la nación: ser la primera presidenta en más de dos siglos de vida independiente. En un México donde el patriarcado ha sido una estructura dominante, este nuevo capítulo abre las puertas a una transformación social más profunda y equitativa.

Su llegada a la Presidencia representa la cúspide de su carrera política, pero también el triunfo de cientos de mexicanas que, a lo largo de la historia, han luchado incansablemente por abrirse camino en la sociedad.

Desde la lucha por la Independencia hasta los movimientos sociales contemporáneos, las mujeres han sido un pilar irremplazable en la construcción de la nación. Así lo plasmé en mi libro México y su lucha por la paridad de género, en el que analicé su papel central en los momentos decisivos de la historia, aunque muchas veces sus contribuciones hayan sido invisibilizadas.

En aquellas páginas hice hincapié en que el camino no fue sencillo, y retomé el legado de mujeres como Josefa Ortiz, Leona Vicario y Gertrudis Bocanegra, quienes, a pesar de las restricciones de su época, participaron activamente en el movimiento por la Independencia, al igual que otras, como Carmen Serdán y Hermila Galindo, que en el marco de la Revolución mexicana alzaron la voz por los derechos políticos de las mujeres.

En la era contemporánea, continuaron esa lucha figuras como Ifigenia Martínez y Rosario Ibarra, esta última, como primera candidata presidencial (en 1982) de México emanada de las filas de la izquierda. A partir del primer día de octubre de 2024, el trabajo y la visión de todas ellas se verán finalmente cristalizados en la Primera Magistratura del país.

Estamos presenciando un hecho que da testimonio del avance hacia la equidad de género en México, pero que también forma parte de un proceso global. La doctora Sheinbaum se unirá a un grupo de mujeres líderes que llegaron a las presidencias de sus países, como la número 14 en una nación integrante de la ONU. Su ascenso refuerza el movimiento global por la igualdad de derechos y tiene el potencial de influir en la percepción colectiva de las mujeres en roles de liderazgo. Ella misma lo ha recordado: “No llego sola” y “Es el tiempo de las mujeres”.

La importancia de este momento radica tanto en su simbolismo como en sus implicaciones políticas. La presidenta Claudia encarna el liderazgo femenino y la continuidad (con cambio) de un proyecto de transformación social.

Con una vasta experiencia en la academia, la ciencia, la política y el servicio público, la doctora Sheinbaum llega con una visión integral y un profundo compromiso con la transformación cultural y estructural del país. Sabe bien que el cambio no se limita a lo político, sino que debe permear todos los ámbitos de la vida nacional.

Asimismo, con más de 35 millones de votos, siendo la candidata presidencial más votada en nuestra historia reciente, tomará posesión con un mandato claro del pueblo mexicano y apoyada por tres reformas constitucionales fundamentales: la del Poder Judicial, la de la Guardia Nacional y la de pueblos y comunidades indígenas y afromexicanos.

Si el presidente Andrés Manuel López Obrador construyó los cimientos, la doctora Claudia Sheinbaum será la encargada de consolidar la segunda fase de este gran proyecto. Lo hará con una visión progresista y con un compromiso firme de continuar con las políticas de bienestar que ponen en el centro a quienes más lo necesitan. El principio rector de su administración será claro: primero las y los pobres.

En este momento crucial para México debemos mantener la esperanza y participar activamente. Estamos frente a una oportunidad histórica para avanzar hacia un país más justo, inclusivo y equitativo. No es solo un triunfo de las mujeres, sino de todas y todos los que anhelamos un país en el nadie se quede atrás.

Llegó la hora. La construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación ha comenzado.