Ya puede Esteban Moctezuma irse a su casa. Ya puede sacar sus cosas personales de la oficina que Vasconcelos ocupó y vaciar los cajones del escritorio donde despachó el insigne maestro oaxaqueño. Que los líderes de la CNTE ocupen su lugar y llenen con sus huestes el recinto de la calle de Argentina. Andrés Manuel López Obrador y su Morena entregaron ya la educación de México en forma incondicional a los rijosos dirigentes de esa vandálica organización y a sus mesnadas. Los cenecistas dejaron de ganar únicamente lo que no pidieron. Todo lo demás les fue entregado sin reservas por el gobierno de AMLO y sus estólidos legisladores. Se equivocan los favorecedores de este grupo de facciosos si piensan que ya con esto los conformaron. Seguirán exigiendo otras prebendas y ventajas, y llevarán a cabo nuevas algaradas y plantones para conseguirlas. Poco a poco se irán apoderando de más y más espacios en la educación pública. Con las medidas dictadas a favor de la CNTE los pobres de México están condenados a la ignorancia, es decir a la mayor pobreza, y los padres de familia de la clase media quedan sentenciados a hacer los sacrificios que implica inscribir a sus hijos en escuelas particulares para salvarlos de la mediocridad y los adoctrinamientos de quienes no merecen el nombre de maestros. Un país sin buena educación sufre irremisible atraso. Al haberse rendido así a la CNTE López Obrador inflige un grave daño a la Nación y oscurece el futuro de sus niños y sus jóvenes... En casos como éste el humor no es una forma de evasión. Es un modo de plantarle cara a la realidad para decirle: «A pesar de todos los pesares aquí estoy, y aquí estaré hagas lo que hagas y seas como seas». Atemperemos con el relato de algunos cuentecillos el peso de una realidad que cada día se nos presenta más oscura. Al mal tiempo buena cara, rezaba un antiguo proverbio. “Me dicen que andas con otra mujer”. Ese reclamo le hizo doña Macalota a su casquivano esposo don Chinguetas. “Mentira -negó él enfáticamente-. Es la misma”. Babalucas le contó a un amigo: “Me comí en la playa una docena de ostiones en su concha que me vendió un pescador, y ahora me siento mal”. Preguntó el amigo: “¿No notaste que estaban malos cuando te los abrió?”. Exclamó sorprendido el tontiloco: “¿Había que abrirlos?”. La señora daba consejos a su hija casadera: “El camino para llegar al corazón de un hombre pasa por su estómago”. Acotó la muchacha: “Yo conozco una veredita que pasa un poco más abajo”. Por la calle iban dos chicas, una de estupendas prendas físicas, la otra poco agraciada. Las vio un sujeto y les dijo: “¡Adiós, par de cosotas!”. Como suele suceder fue la fea la que protestó: “¡No somos cosas para que nos diga así!”. Aclaró el tipo: “Yo me refería al par de cosotas de tu amiga”. Ben Sinado, apodado por sus amigos Lucky Ben, contó su historia: “Me hice novio de la que es ahora mi esposa. Sus ricos padres no me querían bien: tenía fama de mujeriego. Yo les juré que esa parte de mi vida había quedado atrás; que amaba a su hija y que siempre le sería fiel. A regañadientes accedieron a nuestra relación. Una noche fui a su casa. No había nadie, estaba solamente mi futura suegra. Era mujer hermosa, todavía con restos de su juventud y de atractivas formas. Me dijo: ‘Ahora que estamos solos voy a confesarte que me atraes mucho. Quiero tener un acostón contigo’. Y así diciendo me echó los brazos al cuello. Salí corriendo. Aún no llegaba al coche cuando me alcanzaron ella, su marido y mi novia: ‘¡Te pusimos una prueba -me dijeron felices- y la superaste!’. Lo que nunca han sabido es que salí corriendo porque en el coche traía los condones”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE

-Usted no se imagina, licenciado, las que Abundio me ha hecho.

Doña Rosa me cuenta las tropelías de su marido, el viejo cuidador de nuestra casa en Ábrego.

-Ya sabe usted lo que es “el chivo”, licenciado.

Sí lo sé. Tal nombre recibía la pequeña cantidad que en forma cotidiana le daba “el jefe de la casa” a su esposa para las compras de ese día. Se consideraba que la mujer no tenía capacidad para cuidar bien el dinero, y así el marido le daba su señora sólo “el diario”, o sea lo estrictamente necesario para un día. Él podía malgastar todo lo demás.

-Una mañana -prosigue doña Rosa- Abundio se salió y me dijo: “Sobre la mesa de la cocina te dejé lo del chivo». Poco después fui a la cocina. En la mesa no había ningún dinero: estaba solamente el manojo de hierba que cada día le dábamos de almorzar al chivo del corral.

Don Abundio dice que casi todo lo que doña Rosa cuenta de él son invenciones.

Yo sé que todo lo que dice don Abundio es invención.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA

“. Sube el costo de la vida.”.

Según nos dicen los necios

voceros de información,

no tenemos inflación:

hay sólo “ajuste de precios”.