“¿Cómo se llama eso que se les levanta a los hombres?”. La joven madre de la pequeña Rosilita se turbó un poco al escuchar la pregunta de la niña. Era mamá moderna, sin embargo, así que respondió con naturalidad: “Se llama pene”. Y procedió a darle a su hija una explicación más o menos detallada de la función eréctil del dicho órgano, con descripción de su anatomía, su fisiología, etcétera. La interrumpió de pronto Rosilita: «Ya recordé cómo se llama eso que se les levanta a los hombres. Se llama falso testimonio”. Don Feblicio se veía exhausto, fatigado. Su médico le recomendó: «En adelante haga el amor dos veces en el mes». El agotamiento de don Feblicio se agravó. Su esposa le comentó al facultativo: «Es que antes lo hacía sólo una vez en el año”. El encuestador le preguntó a la señora: “Oficio o profesión de su marido”. Respondió ella: “Fabricante”. Inquirió el encuestador: “¿Hijos?”. “No -contestó la señora-. Muebles”. A esa chica le dicen “La tierra”. Es de quien la trabaja. Cuando los novios salieron de la iglesia ya casados todos los hombres que estaban en la plaza frente al templo apuntaban con el dedo al novio y reían a carcajadas. El desposado se dirigió a su flamante mujercita y le preguntó, severo: “¿Saben esos individuos algo acerca de ti que yo no sé?». Muy apropiado resulta el título del nuevo libro de López Obrador, “Economía moral”. Lo digo porque en su gobierno la moral se está economizando mucho. Casos como el del tal Bonilla y la señora Piedra, por citar sólo los más recientes, constituyen grandes inmoralidades. Otra se acaba de añadir: la del desigual reparto de partidas presupuestales a los estados. A los que gobierna Morena se les dan recursos muy cuantiosos, en tanto que los que tienen gobernador del PRI o el PAN reciben cantidades considerablemente menores. Es evidente que el manejo de los fondos públicos por el régimen actual obedece a motivos de política, partidistas y electoreros, y no a consideraciones de proporcionalidad. Las viejas prácticas priistas siguen vigentes en la 4T. Hay una diferencia, sin embargo: los del PRI nunca presumieron de morales. Una joven mujer de ubérrimo caderamen iba meneándose con sugestivos movimientos por la calle. Se le acercó un sujeto y le preguntó: “Perdone, señorita: ¿las está vendiendo?”. “¡Cómo se atreve, majadero!” -se indignó la mujer. Explicó el otro: “Es que como las va anunciando tanto.”. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, logró por fin llevar a su departamento a Dulciflor. Ahí le pidió que pasara la noche con él. «Si hago eso -opuso la linda chica- me odiaré por la mañana”. Sugirió Pitongo: “Nos estamos en la cama hasta la tarde”. Una sexoservidora abordó un taxi. En el curso del trayecto el taxista le preguntó: “Siempre he tenido la tentación de saber: las mujeres como tú ¿se embarazan alguna vez?”. “Claro que sí -respondió ella-. ¿De dónde crees que salen los taxistas preguntones?”. Un señor estaba con su esposa en el estadio viendo un partido de futbol. El señor es el que lo veía, pues la señora estaba muy entretenida coqueteando con el tipo que tenía al lado. A tanto llegó ese coqueteo que bien pronto se volvió toqueteo: el individuo empezó a solazarse con la mujer metiéndole las manos por arriba y por abajo ante el asombro de los que estaban cerca. Uno de ellos le llamó la atención al marido: «¿No ve lo que le están haciendo a su señora?”. Respondió plácidamente el hombre: “Siempre que venimos al estadio le hacen eso”. Preguntó el otro: “¿Y por qué no la deja en su casa?». «¡Oh no! -respondió el esposo, alarmado-. Allá sí se la tiran”. FIN.
Mirador
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la vez aquella que me perdí en el bosque?
Había ido a buscar la gruta que llaman del Misterio. No la encontré, y al regresar advertí de pronto que no sabía ya dónde estaba. Imposible guiarme por el sol, pues había caído ya la tarde y las primeras sombras de la noche se enredaban a los pinos.
Tú te diste cuenta de lo que me pasaba, y con una mirada me indicaste que te siguiera. Después de un largo caminar te detuviste como señalándome algo. A lo lejos se miraban las luces del caserío, y cerca estaba la vereda que conducía a él.
Te acaricié la cabeza, agradecido. Echaste otra vez a caminar. Parecía que me estabas diciendo: “¡Bah! No es nada”. Llegamos a la casa y fuiste hacia donde estaba mi mujer. Era para avisarle: “Ya te lo traje”.
Siempre estuviste conmigo, Terry. Conmigo estás también ahora que ya no estás. Sé bien que si otra vez me pierdo -en el bosque, en la montaña o en la vida- volverás en espíritu a guiarme. Porque sé que los perros tienen espíritu, igual que los humanos. Al menos lo merecen más.
¡Hasta mañana!...
Manganitas
Por AFA.
“. Anuncia AMLO su libro en la mañanera.”.
La noticia que se cita
me mueve a considerar
que es bueno eso de contar
con publicidad gratuita.