“Me voy a ahorcar -le anunció aquel anarquista a su mujer cuando ésta le anunció que estaba embarazada-. Siento vergüenza de ser padre de un hijo que va a sufrir todas las penas y calamidades de la vida”. Y así diciendo tomó un cuerda y se dispuso a colgarse. “¡No hagas eso! -clamó con desesperación la esposa-. ¡Vas a ahorcar a un inocente!”. Don Poseidón, granjero acomodado, le dijo al médico veterinario: «No sé qué le sucede a mi caballo. No quiere caminar». El albéitar -así también se llaman los veterinarios- le entregó dos supositorios. “Póngale uno a su caballo -le indicó-. Veremos si le hace efecto”. Una hora después don Poseidón llamó por teléfono al facultativo. «Le puse el supositorio al caballo y salió corriendo a tal velocidad que me es imposible alcanzarlo». Respondió, lacónico el veterinario: “Le di dos supositorios”. En los últimos años de dominación de Fidel Castro circuló entre los cubanos residentes en Miami un chiste que todavía recuerdo. Un corresponsal extranjero le dijo al Comandante que según sus fuentes había en Cuba escasez de azúcar, de tabaco y de café. El Comandante tomó el teléfono y marcó el número de su ministro de Agricultura. Le preguntó: “¿Cómo andamos de azúcar?”. Y puso el teléfono en altavoz para que el reportero escuchara la respuesta. Contestó el ministro: «Tenemos azúcar para un año”. Continuó Fidel: “Y ¿cómo andamos de tabaco?”. Replicó el funcionario: “Tenemos tabaco para medio año”. Prosiguió el Comandante: “Y de café ¿cómo andamos?”. Contestó el ministro: “Tenemos café para tres meses». Fidel le iba a dar las gracias, satisfecho por tan excelente informe, pero en eso el Ministro le hizo una aclaración: «Oye, Fidel: hay azúcar para un año, tabaco para medio año y café para tres meses, pero nada más para ti y para mí, ¿eh?”. Me alegró saber por la secretaria de Economía que la producción nacional de azúcar es suficiente no sólo para satisfacer las demandas del consumo interno sino también para incrementar la venta del dulce a los Estados Unidos. Importante producto es el azúcar. Una de las mejores lecciones de economía que en mi vida he recibido me la dio un taquero en los lejanos tiempos -tan cercanos- de mi juventud. Un buen día me encontré con la novedad de que los tacos que antes vendía a 20 centavos ahora costaban 25. Le pregunté la razón de aquella alza. “Es que subió el azúcar, joven” -me contestó. Objeté: «Pero los tacos no llevan azúcar”. “No -replicó el taquero-. Pero mi cafecito sí”. Efectivamente: en el mundo de la economía todo está ligado. Si en Wall Street aletea un dólar los efectos de ese aleteo -lo estamos viendo ahora- se sienten en todo el mundo. Cuando yo le ponía azúcar al café mi padre me decía que lo estaba echando a perder. “El café -me indicaba- se debe tomar caliente, amargo, fuerte y espeso». Y me hacía notar que con la primera letra de cada una de esas cuatro palabras se forma la palabra “café». No he seguido su enseñanza -¡cuántos quebrantos y problemas me ha causado no seguir las enseñanza de mi padre!-, y le sigo poniendo azúcar a mi cafecito, por eso celebro la suficiencia de nuestro país en ese ramo. Don Cucurulo, senescente caballero, cortejaba discretamente a la señorita Himenia Camafría, célibe madura a la que se le quemaban ya las habas por encontrar marido. Un día el asiduo cortejante venció su timidez y le dijo a la añosa dulcinea: “Querída amiga: me gustaría mucho conocer su casa. Me dicen que es una hermosa finca”. “Lo espero hoy en la noche -se apresuró a invitarlo la señorita Himenia-. Pero prométame que no fumará en la cama”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

En mi forzado encierro veo películas de ayer. Ésta que anoche puse es excelente. Se llama «Las diabólicas”.

Confieso avergonzado que la primera vez que la vi fue por error. El Cine “Saltillo” presentaba de vez en cuando funciones de medianoche en las cuales exhibía películas “prohibidas” que hoy serían consideradas inocentes. En una de esas funciones vi “Las tentadoras”, deliciosa comedia con Louis de Funès, y en otra «La torre de Nesle», en la cual la despampanante Silvana Pampanini aparece con el ubérrimo tetamen a los cuatro vientos. Cuando daban esas películas se formaba frente al cine una larga fila de carros de sitio -entonces no se llamaban taxis- para llevar después de la función a los erizados espectadores a sitios de pecado.

Una vez el empresario contrató equivocadamente “Las diabólicas”. Era película francesa, su nombre era sugestivo. Pero de pornográfica no tenía nada. El film era de suspenso, uno de los mejores del género. Pensé que el cachondo público la iba a silbar. Me equivoqué. Al final de la película todos aplaudieron. Aquella noche los carros de sitio no tuvieron mucha ocupación.

Viendo películas como ésa no hay encierro que pese.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. El mundo está paralizado por el coronavirus.”.

No debemos preocuparnos.

Lo digo en el buen sentido.

Si el mundo está detenido

así podremos bajarnos.