“¿Por qué no vamos a mi departamento y hacemos como si estuviéramos casados?». Esa lúbrica proposición erótica le hizo Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, a la simpática y bella Susiflor. Ya en el lugar de los hechos el salaz sujeto se le acercó a la chica en actitud evidente de lujuria. Le preguntó ella: “¿De veras quieres que hagamos como si estuviéramos casados?». «¡Claro que sí!” -exclamó Pitongo respirando con agitación. Le dijo Susiflor: “Entonces esta noche no. Me duele la cabeza”. La gallinita le sugirió al cerdito: “Pongamos un restorán especializado en huevos con jamón. Yo pongo los huevos; el jamón lo aportas tú”. “¡Oh no! -se asustó el marranito-. Para ti esto es cosa de todos los días; para mí es cuestión de vida o muerte”. Un compañero de oficina le dijo a don Chinguetas: “Te noto inquieto, desasosegado, como si trajeras un apuro grande. Das vueltas y vueltas; ya te apoyas sobre un pie, ya sobre el otro. ¿Qué te pasa?». Explicó nerviosamente don Chinguetas: «Esta mañana abrí el refrigerador y se le cayó la agarradera. Tomé la taza de café y se le cayó el asa. Me iba a cerrar el cuello de la camisa y se le cayó el botón. Ahora me da miedo ir al baño a hacer del uno”. A la prima Celia Rima, versificadora de fin de semana, se debe un picante epigrama en el cual comenta las palabras que dijo López Obrador a su factótum Marcelo Ebrard para instruirlo sobre la manera en que debe tratar con Donald Trump: “Amor y paz. Suave, suave, suave.”. La expresiva cuarteta de la prima Celia dice así: “Esas palabras prudentes, / que predican paz y amor, / sólo las dice Obrador / a Trump y a los delincuentes”. En efecto, AMLO, que aquí se muestra prepotente y absoluto, ante el mandatario yanqui tiembla como azogado y se porta sumiso y obsequioso ante sus amenazas. Hay un lindo vocablo mexicano que casi ya no se usa: “garnucho”. Es, define con acierto y brevedad el lexicón de la Academia, “el golpe que se da con el dedo medio después de retenerlo con el pulgar». El gigantón guarura de cierto gobernador de mi natal Coahuila me dijo un día, amenazante, cuando era yo columnista jovencito y criticaba al dicho gobernante: “¿A qué te atienes, Catón? Con un garnucho te podemos despachar». Le faltó decirme, como algún otro guarura, que me fuera a mi esquina o me cambiara de país. López Obrador sabe que con un garnucho el barbaján de Trump puede causar irreparable daño a México, de modo que hace bien en actuar prudentemente en su relación con el ocupante de la Casa Blanca, que tiene ocurrencias aún mayores que las suyas. En lo que el tabasqueño falla es en no actuar con esa misma prudencia ante sus conciudadanos, pues a más de imponer siempre su caprichosa voluntad, desatinada las más de las veces, injuria y hostiliza a quienes hacen cualquier señalamiento contrario a sus dictados, y persigue con acciones propias de regímenes totalitarios a los que, como en el caso de los agricultores de Chihuahua, le oponen resistencia. ¿Amor y paz? Sólo para algunos. La fraternidad universal que proclama AMLO no es tan universal. Meñico Maldotado es un mancebo con quien natura se mostró en extremo avara al hacer entre los hombres el reparto de sus dones de entrepierna. No obstante esa limitación casó con Dulcibella, confiado en que la virtuosa joven no sabía absolutamente nada acerca de las cosas de la vida. La noche de las bodas ella lo vio por primera vez al natural. “¿Qué es eso?»-le preguntó. «Es una florecita» -respondió el exiguo galán. Arriesgó, esperanzada, Dulcibella: “Si la regamos todos los días ¿crecerá?”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

La leyenda negra que el hombre blanco hizo de los pieles rojas dice que éstos arrancaban la cabellera de sus víctimas para lucirla como trofeo de batalla.

Lo que la historia escrita por los vencedores calla es que los aborígenes no tenían esa bárbara costumbre antes de la llegada de los europeos. La aprendieron de ellos, que empezaron a practicarla en los primeros tiempos de sus enfrentamientos con las tribus nativas.

Ese uso, en efecto, llegó de Europa a América.

Fueron los colonizadores ingleses y holandeses quienes por primera vez hicieron eso en el nuevo continente. Sus remotos antepasados, suevos, bretones y galos, arrancaban la cabellera de sus enemigos.

Los pieles rojas no hicieron sino imitar lo que hacían los recién llegados.

La Historia, dicen, es la maestra de la vida.

Ninguna duda cabe, sin embargo, de que a veces es una maestra muy olvidadiza.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Habrá más rifas como la del avión, anuncia AMLO.”.

A lo mejor en un tris

un día se nos aburre,

y a ver si no se le ocurre.

rifar de plano al país.