Doña Pudencia se enteró de que su esposo tenía una querida. La mujer era bataclana, o sea corista, en un teatro de la localidad. No estaba solo el señor en tan ilícita aventura: un compadre suyo tenía también su amiga en ese mismo teatro. Doña Pudencia le exigió a su marido que la llevara a ver el frívolo espectáculo en que participaban las coristas. Le preguntó: “¿Cuál es la vieja con la que andas?”. Respondió el azarado consorte: “La segunda de izquierda a derecha”. Quiso saber la señora: “Y la amante del compadre ¿cuál es?”. Contestó el hombre, trasudando: “La tercera de derecha a izquierda”. Después de una pausa dictaminó doña Pudencia: “La nuestra está mejor”. El erótico trance tuvo lugar en la habitación número 210 del popular Motel Kamawa. Al término de las acciones Flordelisa se echó a llorar. Exclamó llena de congoja: “¡No supe lo que hacía!”. Le dijo Libidiano, su pareja: “Pues para no saber lo que hacías lo hiciste bastante bien”. Don Rómulo Garza fue uno de los empresarios que forjaron la grandeza industrial de Monterrey. Alguna vez un joven que se iniciaba en la actividad empresarial le pidió su receta para el éxito en los negocios. “Es muy simple -le dijo el señor Garza-. A las 5 de la mañana échate una meadita. Con eso alcanzarás el triunfo”. Meses después el joven se quejó con el magnate: todos los días se levantaba a esa hora a echar la tal meadita, y sin embargo la medida no le había dado resultado alguno. Le preguntó don Rómulo: “¿Qué haces después de echarte la meadita?”. Respondió el muchacho: “Vuelvo a acostarme, claro”. “Por eso no te ha funcionado la receta -le indicó el exitoso empresario-. Yo después de la meadita me voy a trabajar”. Siempre he sido tan tempranero como aquel señor. A las 5 de la mañana me preparo mi cafecito, leo los periódicos del día y luego empiezo a cumplir mi tarea cotidiana, que es la de pergeñar estos renglones y otros. Por eso a la hora en que escribí ayer ignoraba si aún tenía país o lo había perdido ya. Si los sumisos senadores de Morena lograron la mayoría que necesitaban y aprobaron la aberrante reforma judicial de López, entonces México habrá dejado de ser nuestro para volverse propiedad privada de AMLO. Si, por el contrario, esa reforma se detuvo, aún tendremos la esperanza de seguir viviendo en una patria libre, no sujeta al capricho prepotente de un caudillo con ínfulas de dictador. Pienso que en su fuero interno la futura Presidenta habrá deseado que no pasara la reforma judicial, pues eso le impondría a ella el ingrato deber de aplicarla y de afrontar sus nocivas consecuencias. Nefasta obligación sería ésa, cuyo cumplimiento daría a Claudia Sheinbaum la calidad de cómplice en la obra de atentar contra el principio de división de poderes, esencial en todo sistema democrático, y de convertir a México en una dictadura populista semejante a aquellas que han causado la ruina de otras naciones latinoamericanas. A la hora en que mis cuatro lectores lean esto conoceré ya el destino de la patria. Sea cual fuere jamás saldré de México mientras ese misterio al que llamamos Dios me conserve el aliento de la vida. Aquí nacieron mis abuelos y mis padres; aquí nací yo, y la amada eterna nació también aquí, lo mismo que mis hijos y mis nietos. Aquí espero dormir el sueño eterno cuando lo disponga el misterio que antes dije. Mientras tanto no dejaré de empezar mi trabajo en horas de la madrugada para seguir cumpliendo mi oficio de predicador a quien los destinatarios de las prédicas no escuchan. Que sean sordos ellos; yo nunca seré mudo. Grandilocuente frase es ésa, pero otra menos sonora no encontré. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Tengo amigos que son como mis hermanos. Estar con ellos es estar conmigo mismo. Por eso procuro no dejar crecer la hierba en el camino de la amistad.

Me entristeció la muerte de José Luis Esquivel. Su generoso trato enriqueció mi vida. Periodista de extraordinarios méritos, fue maestro de muchas generaciones en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad nuevoleonesa. Escribió una serie de libros en los cuales dejó constancia de sabiduría y elevada calidad humana.

Su esposa, Iris, tuvo bello nombre y bello corazón. Haberla perdido fue para él golpe fatal del que nunca se recuperó. Jamás, sin embargo, hizo abandono de la fe, virtud que conservó hasta el fin.

Valiosas lecciones recibí de él que me enseñaron a vivir más plenamente. Sabía mucho de periodismo, pero su cátedra mejor fue la bondad.

Hombres como él no tienen muerte. José Luis Esquivel sigue viviendo en la memoria y en la gratitud de quienes tuvimos la fortuna de tratarlo. Su palabra y su ejemplo siempre nos acompañarán.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Tenemos que importar maíz de África y China.”.

Noticia poco feliz

y que me dejó abatido,

pues el maíz es nacido

aquí en nuestro país.