El hijo adolescente le pidió a su padre: “Háblame de sexo”. “¡Qué voy a saber yo de sexo! -contestó el señor-. ¡Tengo 20 años de casado!”. La linda chica le propuso, insinuante, a Babalucas: “Vamos a donde podamos estar solos”. “Bueno -repuso el badulaque-. Tú a tu casa y yo a la mía”. “¡Caramba, doctor! -le dijo con asombro la bella paciente a su médico-. ¡Yo creí que la acupuntura se hacía con una aguja!”. (No le entendí). Uno de los innumerables malos recuerdos que nos dejó el desastroso sexenio de López Obrador fue cuando, al principio mismo de su mandato, nos tuvo varios días sin gasolina, so pretexto de combatir el huachicol. Esa pendejada -no hay mejor forma de decirlo- le costó al país miles de millones de pesos, y nos causó a los ciudadanos molestias y problemas de todo orden. No olvido las largas filas de vehículos formados ante las escasas gasolineras que -se decía- tenían aún algo de combustible, y guardo en la memoria las salidas de mi casa en horas de la madrugada a fin de ver si por milagro conseguía algunos litros. Ningún resultado dio aquella supina insensatez, aparte de mostrarnos un temprano indicio del desastre que nos aguardaba. Difícilmente podrá encontrarse un rublo en el cual AMLO no haya causado un daño grave por su ineptitud y su autoritarismo. Apena que quien lo sucedió mantenga las insensateces heredadas de su antecesor, como esa de la elección judicial, cuyo fracaso seguramente la 4T ocultará en igual forma que maquillaba las mentirosas consultas populares hechas por el caudillo de Morena. Por lo que hace al huachicol, sigue vivito y coleando, creciendo cada día en las narices de los encargados de evitarla. Eso hace pensar en una gran red de corrupción a la cual seguramente no son ajenas algunas autoridades, pues el negocio es tan rentable como el del narcotráfico, y se maneja con la misma impunidad. Malos tiempos vivimos. Y otros peores aún vendrán. Sombríos pensamientos estos tuyos, inane escribidor, llenos de vaticinios ominosos. Quizá movió tu pluma el hecho de que hoy es martes 13, día considerado de mal fario. No te suceda lo que a la bella cazadora que hizo un safari a África. Por perseguir una pieza fue a dar a un cenagal, y cuando menos acordó ya estaba hundida hasta el pecho (los dos) en el pantano. Gritó desesperadamente, y llegó su guía en el safari. “¡Ayúdeme a salir, Hunter!” -gimió la hermosa cazadora. “¡Caramba! -dijo el guía con lúbrica sonrisa-. Es usted la tercera mujer con la que he hecho el amor y la he sacado de un pantano”. “Yo no he hecho el amor con usted” -protestó con la muchacha. Respondió el cazador atusándose el bigote: “Y yo tampoco la he sacado del pantano”... Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, se dirigió, furiosa, al dueño del estudio fotográfico: “¡Le exijo que saque mi retrato del aparador!”. “¿Por qué, señora? -inquirió el hombre-. Salió usted muy bien; por eso puse su fotografía en mi escaparate”. “Sí -replicó doña Panoplia-. Pero al lado hay un letrero que dice: ‘Cómo esta, 300 pesos la docena’”. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida (no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que no tiene mandamientos, sino solo recomendaciones), le preguntó a una musa de la noche que ofrecía sus servicios en una esquina: “¿Cuánto cobras?”. En eso un rayo atravesó la bóveda celeste y estalló un trueno fragoroso. “Caray, Señor -se consternó el pastor-. Yo nada más estaba preguntando”. Don Cucoldo bebía su copa en silencio en la barra del conocido Bar Ahúnda. El barman fue hacia él: “Perdone la indiscreción, señor. ¿Por qué tan solo y triste?”. Replicó don Cucoldo con afligido acento: “Sorprendí a mi esposa engañándome con mi mejor amigo”. El tabernero, piadoso, lo consoló: “Bueno, por lo menos tuvo la cortesía de no hacerlo con el peor”. FIN.
Mirador
Por Armando Fuentes Aguirre
¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la vez que me salió al paso el perro grande de la tía Pola?
Me iba a atacar, seguramente, y quizá a morder, pero tú te pusiste entre él y yo, pequeño cocker, y tus ladridos lo detuvieron hasta que doña Leopolda salió de su casa y lo llamó.
-Ha de perdonar usté, Armandito -se disculpó, apenada-. Es que no sabe de gente.
-No se apure, tía. Yo tampoco sé de perros, por eso me acerqué a la casa.
Doña Pola vivía sola y su alma. No se casó nunca. Dicen que decía: “Tengo frazadas que me calientan y perro que me gruñe. ¿Pa’ qué entonces me caso?”.
Aquel día yo le llevaba una bolsa de pan de pulque de Saltillo, y ella me regaló una yoguita de aguamiel. Nos fuimos luego. Una voz de la tía hizo que su perro se quedara quieto. Aun así de vez en cuando volvías la mirada para ver si nos seguía.
Jamás olvido tu bondad, mi Terry, y me alegra que no hayas conocido mis maldades, aunque sé que las habrías perdonado. Me amabas, y el que ama perdona.
¡Hasta mañana!
Manganitas
Por AFA
“Copa de Futbol”.
Hay una cada semana,
a fin de sacar dinero.
Nuestro futbol es llanero,
mas la tele siempre gana.