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Hoy Escriben - Catón

De política y cosas peores

“Todas las noches mi marido lo hace de perrito”. Esa declaración de la señora Ñonga sobresaltó a las socias del Club de Costura. Se tranquilizaron cuando la declarante continuó: “Igual que el perrito de la casa se acuesta panza arriba y hace el muertito”. La trabajadora social interrogó a doña Fecundina: “Dice usted que su marido la abandonó hace 10 años, y sin embargo tiene nueve hijos. ¿Cómo es eso?”. Explicó tímidamente la prolífera mujer: “Es que cada año viene a disculparse”… Se llamaba Manes, o Mani. Nació probablemente el año 216 de nuestra era, en la Mesopotamia. Esta palabra me hace recordar a Victor Hugo. Fue objeto de un homenaje, y se formó una fila de embajadores para saludarlo. “Soy el embajador de Italia”. Y el gran escritor: “¡Italia! ¡Ah, Dante!”. “Soy el embajador de Inglaterra”. “¡Inglaterra! ¡Ah, Shakespeare!”. “Soy el embajador de España”. “¡España! ¡Ah, Cervantes!”. Y de repente: “Soy el embajador de la Mesopotamia”. Vaciló un instante el autor de “Los miserables”. Pero en seguida, con triunfal acento: “¡Mesopotamia! ¡Ah, la Humanidad!”. Sin embargo no hablaba yo de Victor Hugo, sino de Manes. Habrán de perdonar la digresión. Este Manes fue un teósofo o demiurgo que afirmaba la existencia de dos principios: el del bien, representado por el espíritu, propiedad de Dios, y el del mal, encarnado en el cuerpo, posesión del demonio. Proponía una castidad absoluta, pues de la unión entre el hombre y la mujer nace otro cuerpo, y así el reino de Satanás se extiende. No proviene de ahí el celibato sacerdotal católico, cuyas raíces, ajenas al cristianismo original, son meramente económicas. (Segunda digresión). La doctrina de Manes se conoce como maniqueísmo, palabra que actualmente designa la tendencia a dividir las personas o las cosas en absolutamente buenas y absolutamente malas. Por cierto, Manes fue muerto partiéndolo con espada y hacha en dos, como remedo de su dualismo. (Tercera digresión). Maniquea es la historia oficial de México, que divide a sus protagonistas en héroes inmaculados (Hidalgo, Juárez, Madero) y villanos de imposible redención (Iturbide, Maximiliano, Díaz). Maniqueo es también el régimen fundado por López Obrador, para quien los pobres son todos buenos y los ricos son malos todos, aunque haya estado con ellos a partir un piñón. En el actual sexenio ese maniqueísmo exalta a la mujer por encima del hombre, y al indígena por sobre quien no lo es. Todas las mujeres son buenas, y buenos todos aquellos que pertenecen a alguna de las etnias nacionales. Posición más absurda que esa no puede haber, ni siquiera las extremadas posiciones que aparecen en los modernos manuales de sexología. Hay mujeres cabronas e indígenas bribones, igual que sucede entre todos los humanos. No se puede negar que tanto la mujer como los nacidos en alguna etnia originaria han sido objeto de discriminación, pero eso no autoriza a poner a un sedicente indígena al frente de la Suprema Corte de Justicia por el solo hecho de considerarlo indígena, ni a ufanarse de que la palabra “patria” termine con a de mujer. Eso es demagogia. No más divisionismo ni polarización. No más maniqueísmo. Paso ahora al relato de un chascarrillo final. (Cuarta digresión). Noche de bodas. La recién casada, tendida en el lecho en espera de su galán, le dijo: “No puedo creer que sea ya tu esposa”. Él no respondió. Prosiguió ella: “No puedo creer que seamos ya marido y mujer”. Nuevo silencio del novio. Continuó la desposada: “No puedo creer que estemos ya casados”. Entonces sí habló él. Con ronco acento dijo: “Espera nomás a que desatore el desgraciado zipper del pantalón y disiparé todas tus incredulidades”. FIN.

Mirador

Por Armando Fuentes Aguirre

Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan.

Un amigo le preguntó al hidalgo sevillano:

-¿Por qué no escribes tus memorias?

Contestó él:

-Podría responderte con la manida frase: “Los caballeros no tenemos memoria”. Pero sucede que yo sí la tengo. Y mala, porque no me permite olvidar nada. Recuerdo con absoluta claridad los días de mi vida, y más las noches. De los recuerdos vivo. Solo dejaré de recordar cuando me llegue ese total olvido que es la muerte.

El amigo insistió:

-Si no escribes tus memorias se perderá todo lo que hiciste.

Dijo Don Juan:

-Eso es precisamente lo que quiero: que se pierda. No escribo mis recuerdos para no ser recordado.

El amigo pensó que el antiguo seductor era hombre extraño. Lo era. Vivió en guerra y quiere morir en paz. Mil veces juró amor eterno, y espera ahora eterno olvido.

¡Hasta mañana!

Manganitas

Por AFA

“Cabalgata”.

Preparen ya las pomadas,

talco, aceite, linimentos,

cremas, bálsamos y ungüentos

para las nalgas rozadas.