Migrantes, hacinados, enfermos e intolerantes

Son más de mil 300, entre adultos, jóvenes y niños de ambos sexos. Viven en extremo hacinamiento, porque el espacio normal del Centro de Atención Migratoria “Siglo XXI”, de la Secretaría de Gobernación, en Tapachula, tiene un límite de 500 lugares para alojar a los indocumentados extranjeros que son asegurados por las volantas del Instituto Nacional de Migración o que voluntariamente han llegado a solicitar salvoconductos para continuar su viaje a la Frontera Norte de México, sin ser molestados y estar en posibilidad de ingresar a los Estados Unidos.

Es martes 19 de enero de 2019. El registro oficial revela que en su interior hay seres humanos procedentes de países distantes como Africa, Medio Oriente, Asia y Sudamérica, que se mantienen privados de su libertad, sin ningún que exista sobre ellos ningún tipo de control sanitario que permita determinar su estado de salud, no obstante provenir de países que enfrentan graves enfermedades contagiosas y mortales.

Presencia mayoritaria de la gente del llamado continente negro, de Cuba, Honduras, Haití y El Salvador, en un área donde pandilleros de las “maras” salvatrucha 13 y barrio 18, se disputan territorios para demostrar su poder y control del tráfico de estupefacientes, preferentemente mariguana y cocaína, que ingresan al lugar en forma de pequeñas cápsulas.

Un ir y venir en el día, en el espacio de concentración techado que sirve para la convivencia de familias, que por las noches son separadas, al igual que por sexos. Una visión cosmopolita aglomerada, que se confirma al encontrar también gente de Iraq, Pakistán, Afganistán, Camerún, Congo, Bangladesh, Nigeria, Eritrea, Guinea, Angola, Sierra Leona, Ghana, Mauritania, Nepal, Yemen, Sri Lanka, India, Guatemala, Nicaragua  y Colombia.

Mezcla coincidente de razas, de colores, de idiomas, de culturas, de conductas y de geografías, en un pequeño territorio finalmente bajo dominio mayoritario de “células” y líderes de la “mara salvatrucha 13”, que imponen su ley al interior, ante la indefensión de los 12 agentes que por turnos de 24 horas tienen la responsabilidad de ser los anfitriones de esta diversidad de extranjeros.

Adentro resultan son inconfundibles, pues sus rostros denotan agresividad, con sus caras, brazos y cuerpos tatuados delatan su origen y tendencia, en la que están inscritas leyendas o cuentas de las personas que han asesinado. Una vez que saben que son mayoría, se exhiben abiertamente como forma de desafío a sus contrincantes y a la misma autoridad del INM, para que los respeten.

Para los representantes del INM que los vigilan en el interior del Centro Migratorio, cada vez es más difícil cumplir con esta tarea, pues de manera constante son amenazados por “maras” y sujetos de nacionalidad hondureña, de que en el momento de que abandonen la reclusión, los van a buscar: “Afuera te voy a partir la madre cabrón, no sabes con quién estás tratando”.

Situación que consideran preocupante, por lo que en reiteradas ocasiones han acudido a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, para hacer la denuncia, pidiendo el anonimato, porque tienen prohibido por sus superiores inconformarse, pues están amenazados de que si lo hacen, deberán presentar su renuncia y aguantar, ya que de lo contrario están amenazados de que serán desplazados a otros lugares distantes.

La respuesta tajante que han recibido de parte de funcionarios de la CNDH en la Frontera Sur, es que esta institución no puede hacer nada en contra de los extranjeros y que como agentes de la dependencia a cargo de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, están para servirlos, lo cual les ubica en una situación de indefensión, al tener prohibido portar armas.

Los agentes del INM, en base a sospechas y denuncias de quienes no están de acuerdo con el tráfico interno de drogas, han realizado cateos, apoyados por elementos de seguridad privada en turno (15), detectando pequeñas dosis de estupefacientes del tamaño de una pastilla de chicle, que suponen son introducidas por los migrantes en sus partes nobles, aunado a cigarros y teléfonos celulares.

Los hondureños constituyen el grupo de mayor belicosidad al integrar bandas de pandilleros rivales, cuyos líderes de la “barrio 18”, al verse en desventaja, exigen a las autoridades migratorias, los aíslen en celdas especiales, para evitar ser asesinados por sus contrincantes, lo cual es concedido por la superioridad.

Situación definida por los agentes del INM, como muy delicada y demasiado preocupante, sobre todo cuando de manera por demás arbitraria, la Fiscalía General del Estado los envía para ser atendidos en el “Siglo XXI”, cuando lo correcto es que sean enviados a lugares de reclusión judicial preventiva, dada su obvia condición de delincuentes, que no tienen porqué recibir un trato de migrante común y corriente.

Petición al gobernador Rutilio Escandón Cadenas, para que ordene al titular de la Fiscalía General, un cambio de actitud en ese sentido y se evite el envío de “maras” al Centro de Atención Migratoria de Tapachula, mientras son sujetos de investigación, lo cual en promedio tarda de 20 a 30 días, convirtiéndose en un peligro latente para los extranjeros de otras nacionalidades ahí concentrados e incluso para los propios representantes del Instituto Nacional de Migración.

Un dato revelador de la conducta intolerante y arbitraria de los “maras”, hondureños y cubanos, es el de que en lo que va del año, se han suscitado un total de seis amotinamientos, que han obligado la intervención de la Policía Federal, sin que todavía se hayan registrado víctimas mortales, más que lesionados.

Manifestaciones orquestadas por “maras” y hondureños, para protestar por “la lentitud” de sus salvoconductos, mediante la quema de colchonetas y sábanas, las que en “males menores”, orinan o manchan con materia fecal, para dejarlas inservibles.

Bandas delictivas que, aunque se niegue oficialmente, se han apoderado del Centro de Atención Migratorio de la Secretaría de Gobernación Federal, con una permanencia prolongada, al obtener amparos federales que evitan su deportación y garantizan una permanencia inamovible hasta por más de un año, en este lugar destinado a la atención y apoyo de extranjeros en ruta hacia la Unión Americana.

Voces de alarma, de alerta frente al elevado riesgo de una tragedia entre los migrantes, por parte de los modestos servidores públicos del INM, que no escuchan ni el Presidente Andrés Manuel López Obrador, como tampoco en la Segob.

Exigencia de que las instancias superiores y de índole policíaca, realicen con carácter de urgente, un censo de la población pandilleril, para que sea retirada de inmediato del lugar y recluida en lugares destinados a personas de alto riesgo por su conducta delictiva.

Los hondureños esgrimen de manera permanente el lema de “México nos pertenece y sus autoridades migratorias están para que nos atiendan, porque de lo contrario nos quejamos con Derechos Humanos”.

Son los cubanos el segundo grupo de extranjeros que se sienten merecedores de todos los privilegios, por lo que exigen les sea proporcionada una comida especial, por lo que se les complace, provocando con ello el incremento de los costos en la alimentación.

Quienes se ubican en el Centro de Atención Migratoria, son los isleños que han sido asegurados en diferentes lugares de la entidad, por las volantas del Instituto Nacional de Migración, condición que les impide tramitar el salvoconducto, por lo que su destino inmediato es la deportación, aunque por lo regular no ocurre debido a que como son gente que transita con recursos que les envían sus familiares que radican en Miami, Florida, contratan abogados mexicanos que les tramitan amparos federales, que hacen inviable su traslado a la Habana.

Los africanos, hombres, mujeres y niños, son los extranjeros que más respeto tiene a las autoridades. Un aproximado de 400, se encuentran alojados por el INM y aguardan pacientemente la entrega de los salvoconductos que han tramitado, una vez que voluntariamente se han entregado a los agentes en las instalaciones ubicadas en la zona norte de Tapachula.

No les importa vivir hacinados, pues provienen de países agobiados por las guerras, la pobreza y epidemias que los diezman, por lo que estar en México es para ellos un país hospitalario y solidario con quienes sufren la desgracia de ser transmigrantes que buscan mejores perspectivas de vida.

Una concentración de seres humanos, que prácticamente triplica el cupo original de este espacio de apoyo y atención, en que mucho tienen que ver la apatía e ineptitud de los cónsules, sobre todo el de Honduras, así como de El Salvador, que a pesar de que connacionales suman una cantidad muy importante, pocas veces se les observa que atiendan directamente los trámites de deportación, que por lo mismo llegan a sumar únicamente de 40 a 50 personas diariamente.

Son funcionarios consulares menores, los que se encargan  de atender los trámites para que sean llevados en autobuses hasta las fronteras de Guatemala, Honduras y El Salvador, sin importar que el hacinamiento se incremente, debido a que todos los días, las volantes del Instituto Nacional de Migración, aseguran a por lo menos 40 migrantes .

Los grupos de intercepción de indocumentados extranjeros son dos y opera cada uno con turnos de 24 horas e igual número para el descanso.

Y es en estos grupos denominados “Beta”, donde ocurren abusos, como han sido denunciados por los africanos, que cuando han arribado a la puerta de acceso del refugio de la Segob, se les ha asegurado arbitrariamente, complicando su condición migratoria, hay que de esta forma pierden la oportunidad del salvoconducto, aunque la recuperan al ser dejados en libertad mediante el pago de una extorsión.

Un panorama, el de los migrantes en reclusión que aguardan el permiso federal para

seguir avanzando a sus destino final, dominado por las bandas delictivas “maras”, que por lo pronto están impunemente por encima de las leyes mexicanas.                            

¿Hasta cuándo? ¿Habrá que esperar el desencadenamiento de más amotinamientos? Esperamos que después no haya arrepentimientos a destiempo, por parte del Gobierno de la República, como siempre.

Chiapas y los chiapanecos de la Frontera Sur de México, no lo merecen.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.