El movimiento por la independencia de México estuvo lleno de historias de valentía y sacrificio. Una de las más conmovedoras es la de Nicolás Bravo, quien, tras la ejecución de su padre, Leonardo Bravo, ordenada por el virrey Francisco Javier Venegas, recibió la instrucción de José María Morelos de fusilar a 300 prisioneros, como represalia. Sin embargo, en una acción que desafió todas las expectativas, eligió el perdón sobre la venganza y los liberó.

Este gesto fue una muestra de nobleza personal, pero además tuvo un impacto profundo en la lucha. Años después, muchos de aquellos hombres se unirían a las filas insurgentes, demostrando que la clemencia y la humanidad también tienen un lugar en los momentos más oscuros de la historia.

Aquel acto nos recuerda que la Independencia derivó de una lucha armada, pero, asimismo, de un esfuerzo por alcanzar valores como la justicia, la empatía y la paz.

Hoy, al conmemorar 214 años de aquel hecho que inició el camino hacia nuestra libertad, también es necesario recordar que la Independencia fue resultado de un proceso complejo, forjado por mujeres como Josefa Ortiz, Gertrudis Bocanegra y Leona Vicario, y hombres como Miguel Hidalgo, José María Morelos y Vicente Guerrero, quienes, desde distintas trincheras, arriesgaron su vida para ver a México convertido en una nación libre, justa e igualitaria.

Así como en 1810 el Grito de Dolores encontró eco en miles de voluntades que se levantaron contra el colonialismo, ahora, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador retoma esa antorcha para luchar contra la corrupción, la desigualdad y los intereses de quienes se beneficiaron del neoliberalismo durante más de tres décadas y se olvidaron de las personas más desfavorecidas.

Al igual que entonces, la 4T hace frente hoy a poderosos intereses que han buscado frenar el cambio y mantener el statu quo. No obstante, se sigue avanzando con firmeza, recuperando la esencia de aquel sueño de libertad y dignidad y buscando saldar los pendientes que guiaron aquella gesta histórica.

El camino hacia la transformación nunca es sencillo. Las mujeres y los hombres insurgentes enfrentaron derrotas y dificultades. De la misma manera, la Cuarta Transformación ha sorteado diversos desafíos. Sin embargo, los avances en materia de justicia social son incuestionables.

Además, la redistribución de los recursos públicos; las grandes obras de infraestructura, como el Tren Maya, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y la refinería en Dos Bocas, así como la lucha frontal contra la corrupción, también son reflejo de un Estado que, actualmente, pone a las personas más vulnerables en el centro de sus políticas: “por el bien de todos, primero los pobres”.

La reciente reforma al Poder Judicial es otro de los logros más significativos de los últimos años. Recuperar un sistema de justicia que sirva al pueblo y no a los intereses de unos cuantos es una deuda histórica que, poco a poco, estamos empezando a saldar.

Con la llegada de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo como la primera presidenta del México independiente, inicia un nuevo episodio en esta historia de transformación. Ella encarna el espíritu de todas las mujeres que rompieron barreras para contribuir al nacimiento de nuestra nación.

A partir del 1º de octubre, la presidenta tendrá en sus manos la oportunidad de construir y consolidar el segundo piso de la 4T, garantizando que la justicia, la igualdad y la paz sean una realidad palpable para el pueblo de México.

Reitero: así como la Independencia llevó tiempo y no fue fácil, tampoco lo ha sido el trayecto hacia la transformación de la vida pública del país en el siglo XXI.

La Cuarta Transformación continúa esa lucha y retoma los ideales de aquellas heroínas y aquellos héroes que iniciaron el camino en 1810. Al igual que Nicolás Bravo eligió el perdón sobre la venganza, la 4T opta por la justicia, la igualdad y la paz, para escribir esta nueva página en la historia de México, la de un país con prosperidad compartida para todas y todos.