Las diez crisis por desplazamiento humano más desatendidas del globo se encuentran en África. Esto revela el reporte anual emitido por el Consejo Noruego para Personas Refugiadas. Hay varios ángulos para revisar informes como ese. Pero uno interesante consiste en el rol de los medios de comunicación.

Primero, considerar que sí se trata de crisis verdaderamente relevantes. El conflicto de la República Democrática del Congo, por ejemplo, ha producido unas 5.5 millones de personas desplazadas. La guerra interna en Etiopía también ha generado más de un millón de personas desplazadas, ha producido hambruna y una crisis humanitaria difícil de dimensionar. La amenaza a la existencia misma de Etiopía como nación, un país de 115 millones de personas, pasó sin que, en muchos sitios, se le prestara la atención que el caso ameritaba. Otro caso es el de la región del Sahel en donde desde hace mucho tiempo operan grupos extremistas, algunos de ellos ligados a Al Qaeda, otros a ISIS, perpetrando continuamente decenas de atentados terroristas, secuestros, masacres y ataques contra instituciones además de que en la zona ha habido una ola de golpes de estado. Los anteriores son solo ejemplos de las crisis de las que hablamos.

Segundo, también es verdad que, al recibir poca cobertura mediática global, estas crisis rara vez aparecen en nuestros radares. Como resultado, el informe señala que la asistencia humanitaria global no fluye hacia estos sitios. Estos temas son derrotados en la competencia por recursos, que son ya de suyo, bastante escasos.

Si a eso sumamos que en varios de esos países las libertades para informar se encuentran altamente restringidas, entonces se produce un cóctel explosivo para esas regiones.

Tercero, más allá de lo que diga el reporte señalado, la verdad es que el rol de los medios ante un entorno como el descrito, es bastante complejo. A la tradicional competencia entre medios tradicionales por la atención de las audiencias, hoy es necesario sumar la competencia potenciada en un ecosistema plagado de redes sociales, con imágenes, videos y textos fluyendo de manera constante, capturando el tiempo de las personas, naturalmente limitado.

Luego, aparecen graves crisis como la guerra en Ucrania que también, de manera comprensible, acaparan las agendas de los medios, ya saturadas con temas locales, altamente importantes para sus audiencias objetivo.

Queda claro, entonces, que esos medios no tienen una tarea simple. También queda claro que el resultado final es que hay decenas de crisis humanitarias en el planeta —muertes, desplazamiento humano, hambre— que simplemente no alcanzan a cubrirse.

No hay, ante lo planteado, una respuesta simple o única. Tal vez el primer paso consiste, sin señalar a nadie con el dedo, en asumir la complejidad del tema, comprender que se trata no de crisis “separadas” de un sistema del cual todos nuestros países forman parte, evaluar de qué formas las interconexiones del sistema terminan por impactar al todo, aunque no siempre lo veamos con claridad y entonces, quizás corresponsabilizarnos. Las organizaciones internacionales tienen tareas que cumplir en términos de concientización; también nuestros gobiernos, las sociedades civiles de distintos países, la academia, las instituciones educativas, y sí, también los medios de comunicación intentando buscar equilibrios, en la medida de lo posible. Además, en mi experiencia, cuando esos medios hacen un esfuerzo por explicar su relevancia, muchos de esos temas sí provocan un sorprendente interés en una parte considerable de las audiencias, lo que puede contribuir a resolver algunos de los dilemas ante los que, lo sabemos, su labor se enfrenta cotidianamente.

Twitter: @maurimm